La banda se presentó en la Unidad Carcelaria Nº1 de V° Las Rosas, en el marco del 1º Encuentro de Cultura en Contextos de Encierro. RS estuvo ahí y te lo cuenta.
Entre el Muro y el Rock
A las 17:30 del jueves me encontraba en la sala de ensayos de la banda viendo cómo los muchachos desarmaban todos sus equipos y los trataban de hacer encajar en sus autos para trasladarse hacia la cárcel. Bromas del estilo “cuidado cuando vayas a ir al baño, que no te tiren el jabón” se escucharon muchas veces en la vida cotidiana de cualquiera y esa tarde en la sala de ensayo no era la excepción. Pero en el punto cúlmine de las bromas, y casi inconcientemente, salió la reflexión: “Qué loco, cómo nos vamos formando la idea de la cárcel y todos sus ‘malos’ hábitos”, dijo Cristian Gana (guitarra) mientras guardaba unos cables en “el bolso de madera”. Y es verdad, siempre anda rondando por nuestras cabezas ése imaginario de suspenso y pánico cuando nombramos a la cárcel, aquella institución que busca corregir el comportamiento humano cuando entra en conflicto con la ley. Horacio Ligoule (voz, guitarras) agarra un viejo anotador olvidado detrás de la batería y con un fibrón anota los diez temas a tocar mientras mira el pequeño pizarrón colgado de una de las paredes de la sala. Allí se pueden ver anotaciones técnicas acerca de los temas de la última producción discográfica, Vamos (2010): en qué tempo va la batería en “Yosotro’s Rock” o en la “Vidala Del Destiempo” o qué equipos usar para cada tema, etc.
Cristian aprovecha para contarme algunos datos curiosos como que “Acosta Del Rock” en realidad iba a llamarse “Rock de la Costa” o que “El Desoldao” surgió como “El Desertor”. Ahora Horacio fija su mirada en un tema de la lista, analiza en silencio y después pregunta a todos “¿Hacemos ‘Palo & Gas’?”, Gonzalo “Gonzo” Delgado (bajo) le responde que mejor no por los tiempos y duraciones de los temas y, de paso, se aprovecha la situación para largar un chiste relacionado a la letra del tema. “Cantamos esa y se arma el motín”, cierra el chiste entre carcajadas Rodrigo “El pelado” Troyano (batería).
La banda ya desarmó y guardó todo en dos autos y decide partir hacia el Penal mientras ya se adelanta a los hechos planteando regresar a la sala de ensayos después del show a guardar todo en su lugar. En el camino la conversación gira en torno al contexto carcelario para un show de rock (hasta ahora inédito dentro del rock salteño). “Esto es todo una experiencia, y no es la primera vez que LaForma se acerca a la cárcel”, aclara el Gonzo al mismo tiempo que se mete un puñado de coca en la boca. Es que la banda planteó tocar en el Penal de Villa Las Rosas hace aproximadamente cuatro años, pero por autogestión. Y por cuestiones técnicas, de sonido y demás logística la tocada nunca pudo ser. Ahora era el momento. “Tenemos que encontrar la manera de que sean pocas palabras, muy claras, las que sinteticen el porqué estamos ahí”, sigue opinando el Gonzo.“Para mí básicamente es que vamos a estar ahí porque hay un grupo de gente que está trabajando con la idea de que la cultura, como dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es parte de los derechos básicos del hombre; tanto del disfrute como de la participación. Y eso no se suspende en situación de encierro penal, es por eso que estamos ahí, porque también opinamos lo mismo”. LaForma llegó a la cárcel a través de un contacto entre el bajista y la psicóloga María Marta Diaz Gomez, también colega del rubro de Gonzo. “Ella labura con el tema de cultura ahí dentro del Penal, a tal punto que ha removido cosas, ha generado cosas a tal punto que este año se aprobó la creación de un Centro Cultural Abierto dentro de la cárcel. Ellos trabajaron el año pasado con el programa audiovisual ‘Un Minuto Por Mis Derechos’ y lograr eso fue todo un hito. Ahora vamos a ver hasta donde se llega”, señala Gonzalo mientras estamos a metros del acceso principal al Penal. “¿Venden birra ahí adentro?, pregunta Cristian con la risa suelta. “Te venden de todo adentro, pero tenés que tener contactos, es mas yo traigo para hacer un par de negocios”, le remata Gonzo y se nos acerca un guarda de la entrada para indicarnos dónde estacionar el auto para bajar los equipos.
Ya desde la entrada los guardas uniformados y armados se te acercan inspeccionándote con la mirada para preguntarte si tenés autorización de estar donde estás. A Gonzo le hacen tirar el acullico de coca y al Pelado le retienen la billetera en el despacho: El control es demasiado riguroso y con razón: es jueves y están de visita los familiares de los presos. Los jueves y domingos se acercan las familias de los internos a dejarles un poco del cariño ausente. La cárcel tiene 70 años de vida como edificio y su antigüedad se la percibe en las paredes y pisos, todos manchados de humedad y oscuros por la suciedad y realidad que los rodea. Actualmente conviven alrededor de 950 presos dentro de los muros presidiarios y cuando es día de visita la cantidad total de gente se duplica. “Van a tener que esperar para pasar, estamos desalojando a los familiares” nos dice un policía mientras observa a una señora que sale de la requisa obligatoria para todos. Policías inclusive. “Ligoule, Gana, Delgado, Troyano, Jiménez, Ocaranza, Maidana, Nievas, Bass…” se escuchan nombrar los apellidos en el despacho que se encuentra pasando las rejas que hacen de puerta principal. La que toma lista es una mujer policía que, junto a otras tres más, anota y verifica con lujos y detalles todos los datos de los músicos. Toda la banda dijo presente más uno de los encargados de las luces, Ramiro Jiménez, que junto a Federico “Pipo” Ocaranza hacen toda la logística de la banda en vivo. “Son parte de la banda ellos, siempre están”, me dice Cristian después de aclararle a la policía que los últimos tres no habían llegado y que Bass (Hernán) no va a llegar porque no va a ir. Hacemos unos pasos más hacia el interior del Penal y en un pequeño patio interno donde se erige la gran torre que se la puede ver desde afuera. “Es una simple torre de agua, nada más que tiene la forma de la clásica torreta carcelaria que nos identifica”, contesta a mi pregunta un guarda que nos acompañaba en nuestra espera de desalojo de familiares. Si, con esos términos se hablaba.
“No podés grabar acá, no está permitido”, me dice un policía queriendo tapar con sus manos la lente de la cámara. Le aclaro que soy de prensa, que ya me dieron el permiso de hacerlo y se disculpa. El contexto ya había cambiado desde que pusimos un pie en el Penal: a cada rato te piden identificación y a cada rato hay que explicar el motivo de la visita. Algunos ya sabían del festival y muchos otros lo desconocían. “Por supuesto que vamos a ir a verlos cuando todo arranque”, nos adelanta otro policía que estaba parado cerca de nosotros. A las 18:30 es el horario en que las visitas empiezan a retirarse de la cárcel y eran las 19 y seguíamos esperando entrar hacia el patio interno. Lo que pasa es que hay tanta cantidad de “gente extra” que el proceso de desalojo es lento. “Imagináte lo que es el Día Del Padre o Navidad”, concluye el policía, al que luego le dan la indicación de que todo estaba listo para nuestro ingreso.
Nos alcanzan una especie de carretilla grande con el suficiente espacio para cargar los amplificadores y demás bolsos. Otro policía se encarga de revisar algunos bolsos mientras nos advertía de la otra revisación, la que es individual y más personal “van a pasar por unos boxes individuales y los van a palpar, así que dejen todo lo que sea dinero, tarjetas, celulares y coca afuera o sino se las van a retener”, indicaba el policía mientras miraba con asombro lo lleno que quedó la especie de carretilla grande con todos los equipos encima. Entonces billeteras, la bolsita de coca y bica más los celulares quedaron guardados en la guantera del auto de Horacio. Pasamos el chequeo individual y a unos tres pasos nomás otra vez nos piden los nombres y datos completos: otra puerta de barrotes estaba custodiada por policías armados y era necesario tomar lista nuevamente. Ya dentro de todo, con los pabellones rodeando el camino hacia el patio central (donde estaba ubicado el escenario) los policías andan desarmados para estar en un contacto “mano a mano” con los internos (Sic). Empezamos a transitar por el pasillo central y algunos internos nos chiflan desde un pabellón. La cumbia se transforma en la banda de sonido del penal y el calor humano sumado a la tensión se hacen presente. Ahora estamos en un salón acondicionado para el descanso de los músicos e invitados que en realidad funciona como el “salón del box y de gimnasia” de los internos. Afuera estaba el patio interno con el escenario ya montado y con un juego de sillas distribuido a lo largo de la escena: allí estaban sentados los presidiarios que iban a presenciar el festival, un grupo de 60 internos calificados de buena conducta: “son internos de todos los pabellones que fueron seleccionados para estar presente por su buena conducta”, comenta un policía mientras se acerca a charlar con otros internos.
El gran inconveniente para La Forma surge con el equipamiento de sonido del escenario. “Faltan más micrófonos, monitores y unos cuantos retornos” , señala un preocupado Horacio que además le indica al sonidista: “tenemos gente con sikus, vientos y un charango, no podemos tocar solamente con cuatro micrófonos a escenario pelado”. La preocupación primero corre por que el show fórmico corría riesgo de realizarse pero lo más importante era por el tiempo. La grilla indicaba que arrancaban Los Changos Del Monte, un cuarteto folclórico formado por internos del Penal, después seguiría Aylán, otro interno pero tocando como solista y recién ahí los muchachos de La Forma. Al final desde el sonidista salió un pedido de más micrófonos y equipos por lo que el festival empezó tarde. Mientras tanto, Rodrigo se subió a escena a armar su batería y el resto se dispersó por entre los internos a charlar e interactuar. A todo esto, los que estaban ausentes en la lista ahora estaban presentes: Pipo Ocaranza, Franky Nievas (vientos) y Manuel Maidana (Charango) aparecieron custodiados por el pasillo de ingreso y se acomodaron con los demás. También lo hizo Eduardo Agüero, de la Salamanca Tv, con cámara al hombro y registrando todo para un “documental fórmico”. Otra vez en el patio la noche empezó a oscurecer todo y las luces se prenden mientras Agüero graba una entrevista a los internos con el Gonzo y Horacio de entrevistadores. El Pelado estaba terminando de armar la batería cuando llaman a todos los integrantes de La Forma para dar una entrevista radial en la radio del Penal, FM Libre 107.9 Mhz con la frase cabecera “Privados de libertad, pero no de voz”. Durante la entrevista saltan unos tapones de la energía y el patio interno se queda sin luz, momentáneamente. Se estiran unos cables desde otro generador y la luz vuelve, como así también la charla en la radio.
Pasadas las 21:30 arranca el festival con Los Changos Del Monte destacándose una versión de La Flor Azul tal cual la coronó la Negra Sosa, “Estamos pensando salir a la libertad y seguir con el grupo, tenemos perspectivas de seguir cantando por todo el país, ya lo hicimos cuando fuimos a Salta Es Una Canción en Canal 11 y a FM UNSa y a la AM 840. La música es nuestra alma”, me comenta González, uno de los internos que forma parte del cuarteto folclórico formado dentro de la cárcel. Después sube a escena el interno Aylán, en plan solista y con guitarra al hombro revivió clásicos del folclore andino provocando el baile entre los presos presentes junto a los invitados. De improvisto se suma un conjunto más, esta vez una banda ajena a la cárcel con solamente un acordeón y guitarra tocando temas varios y algunos de Silvio Rodríguez. Ahora sí el escenario y el cierre final se venía de la mano de La Forma ultimando detalles (con un presentador que aprovechó para contar chistes) y arrancando con Yosotros Rock, con un Horacio que aprovechó, a modo de introducción de la banda, para decir “la cultura no solo es un derecho, es un valor y un bien, no solo para los que estamos afuera sino también para los que están aquí, y es una oportunidad así que vamos para adelante viejo”. El arranque fue apagado debido a que no sonaba la batería y la guitarra de Cristián estaba saturando los parlantes; de todas maneras el sonido fue auto ajustándose con el paso de los temas y era evidencia que nunca en la cárcel las guitarras habían sonado tan fuerte como lo hicieron los muchachos de La Forma: Algunos internos se animaron a saltar y a bailar los ritmos fórmicos mientras revoleaban brazos agitando el coro de “El Despojao” o el bailecito rocanrolero con “A Costa del Rock” o el “Ácido Fórmico”, el único tema presente del Munición de Rock ‘n’ Roll (2009), el primer álbum. En “Vidala Al Destiempo” más de uno se paró a aplaudir a Cristian Gana por el potente solo de viola que lo suele hacer con Hernán Bass. “No rendirse sin pelear”, dice Horacio cuando cesan los aplausos y se escuchan los pedidos de los internos hacia Cristian: “¡Prendéle fuego a la viola!” queriendo presenciar al mítico acto de Hendrix con su guitarra. “¡No puedo, es la única que tengo!”, les responde el guitarrista entre risas.
Son las 00:30 y la banda ya se encuentra debajo de escena empacando nuevamente sus instrumentos y bolsos en la especie de carrito para empezar el regreso a la calle, a la libertad vista desde los ojos de un interno. El patio quedó vacío, oscuro y solitario; algunos policías vuelven a sus puestos y las luces de los pasillos se empiezan a apagar. Algunos dicen que a esa hora las cosas realmente suceden dentro de los pabellones y no en los patios internos. Para los internos poder presenciar el festival y ver La Forma en vivo fue simplemente un recreo de la rutina de vivir en la cárcel.