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Lo que Fito nos dejó

fito paez

Más allá de contar el show, RS estuvo en el Teatro compartiendo con el público este regreso tan esperado y te cuenta algunas sensaciones.

diego maita lopez Por Diego Maita López – dmaita@rocksalta.com

Fotos: Alejandro Ahuerma

Parte del Aire

Mientras pienso como empezar la nota, me viene un flashback a la cabeza: es del DVD de la Negra Sosa, cuando al mostrar el making del disco, Diego Torres (el único fuera de lugar en esta historia) elogia a Spinetta, comparándolo con un buen vino que mejora con el añejamiento que da el tiempo. Y el Flaco acota “…eso depende donde dejés el vino…” (¡risas!).

Y pienso en Fito Páez justamente como un buen vino, añejada como corresponde, cuyo deleite va a depender, obvio, de lo preparado que esté el paladar del bebedor. Es la sensación que me quedó del show.

Lo primero que me llamó la atención, no por sorprendente, sino por la falta de costumbre es que venía de asistir durante varios años a recitales (salvo Spinetta en el Huerto) que eran territorio exclusivo de los pibes, que el domingo eran clara minoría. Sin embargo, teniendo en cuenta que Fito ya no goza de la masividad de hace 15-20 años, no deja de ser meritoria la renovación generacional en sus seguidores.

El teatro estuvo lleno, puntualizo, con los 25-40 como público mayoritario, no faltaron los “veteranos”, que del disco Circo Beat en adelante no entendían nada, ni Naturaleza Sangre, una canción clave en el repertorio de los últimos años. Ellos tuvieron perlas como Giros, o el medley (popurrí en criollo) que incluyó el hermoso Cable a tierra.

 

fito paez

 

El show empezó a las 21.20, y la primera vez que el Teatro se encendió fue en el sexto tema, Llueve sobre mojado, del experimento junto al gran Sabina. Luego esta escena se repetiría varias veces y prácticamente la última hora (el show tuvo una duración de 2:20 horas) hubo un buen número de seguidores que abandonaron el aburguesamiento propio de la butaca teatral (hermoso por cierto) y bailaron, gritaron y se emocionaron desde los pasillos laterales del Estadio.

Caras conocidas… un montón: desde La Colo mi profe de Filosofía de la secundaria (un guiño a los docentes que en nuestras juventudes rompen la monotonía), Jopo, batero de Perro Ciego, Horacio, cantante de La Forma, y varios músicos de Rock locales, hasta el Big Martín (ubicado en fila 20, donde estaba buena parte de la prensa especializada local, lo que no deja de levantar suspicacias, ya que la FM de su propiedad nunca fue muy “profesional” en la tarea de difundir rock). Obvio, también estuvo Juan Urtubey, quien hizo la gran K, desde la primera fila del Palco (cuenta la leyenda que el gobernador cenó en el mismo lugar que Rodolfito y que éste último, emponchado con el de Güemes se fue con un disco de Gardenia de manos del propio Iván Luis, y que regaló una versión en piano de Fantasy de Charly García a los presentes, antes de volver a cenar a su sala VIP).

El show estuvo impecable, en todo sentido, desde la elección del repertorio (tocó temas de 11 de sus 14 discos de estudio), la calidad técnica de los músicos, la puesta en escena (desde la pilcha, los instrumentos y amplificadores que parecían un catálogo de un negocio de instrumentos musicales caros), la escenografía y la iluminación. Todo parecía perfectamente planificado, coreografiado y sincronizado.

 

fito paez

 

Claro que si bien Fito (por edad y otras razones) no tiene una producción tan alevosa como Spinetta, sus canciones tienen una inserción mucho más profunda en la gente, y de ahí que fue común ver en los pasillos la queja (mas anhelo que rabia) de no poder escuchar tal o cual tema. Pero eso, con Fito, también puede llevar hasta las 5 horas y medias que duró el show del flaco y sus bandas eternas.

No puedo sacarme algunas instantáneas de la mente: la gente desafiando a los guardias para subirse al escenario; mucho público llorando (debo reconocer que me quebré una o dos veces); ver de pié a un teatro tan pero tan grande; la alusión a Salta como la tierra linda del Cuchi (un clásico cuando viene a Salta), pero también de Lucrecia Martel (en Dar es dar, tiempo de los bises), algo que ni nosotros tenemos en cuenta… cambios en su devocionario.

Ojalá no pase mucho tiempo y volvamos a encontrarnos…