Coberturas

Los Besos y Diosque pasaron por Córdoba

Cobertura del paso de la banda porteña y del tucumano por el Club Belle Epoque, uno de los puntos más fuertes de la noche en la docta.

Texto: Alejandro Wierna
Fotos: Estefanía Pérez

Con Copia Viva aún fresco y pidiendo pista para ser mostrado, Los Besos visitaron la ciudad de Córdoba (harían lo propio al día siguiente en Rosario) para tocar en Club Belle Epoque. En una noche que prometía fabulosa ya desde la grilla (compartieron cartel con Diosque), y pese al clima más inhóspito que puede entregar esta altura del año, el público respondió muy bien y el quorum estuvo garantizado.

Alrededor de las 2 am, la banda subió a escena. Paula Trama se sale del ícono para mostrar que tiene porte, eficacia lírica, y creatividad folk para comandar la banda más consonante con el cambio (y la demanda) de época. Relantando escenas de amor no conflictuado, cosecharon en su corta existencia un buen puñado de seguidores que vitorearon todo el show.

A dos teclados y con unos interesantes vientos aportados por Victor Rallis (también corista), la profundidad de la que -de a ratos- parecen carecer propaga el juego hacia terrenos donde no hace falta ser punzante. Tal vez no sea el contexto más afortunado para verlos, pero sí suma para poner a rodar la máquina y sacar a relucir las canciones que comienzan a tomar tinte de hit: «Telón», «Destino», «Las melodías».

En formato canción, con estribillos coreables y perdurables, su presentación oficial estuvo muy bien y seguramente será el inicio de una serie de visitas obligadas.

Con el avance de la noche apremiando, y tras un correctísimo set del dj Danilove, la aparición de Diosque acaparó la máxima atención de la noche. Su propuesta fue intensa y en constante movimiento. A escenario prácticamente desnudo, y con la ayuda de Pablo Berardi (Los Besos, El Sonido Real) en teclas, ofreció un repaso por su discografía, mientras adelantaba algo de lo que vendrá.

Juan Román, en plan de destruirlo todo, construye todo el tiempo su propia épica, y se respalda cómodamente en Eduardo «el chueco» Ferrer (Klemm, Posavasos, El asesino del Romance), un repatriado de la golden era del Tucuman hace pop devenido en percusionista, corista y stage assitant de tiempo completo. Pasa de su ruidosa strato azul a colgarse de la programación para cantar, balbucear y fonar en pos de la canción. Habrá lugar incluso para rapear.

Es apasionante ver cuán seguro puede estar un músico de sus recursos y cómo va tirando pincelazos certeros a medida que avanza cada tema. El disfrute se nota, y la elasticidad de alejarse de las versiones disco para montar una mini obra etérea ya forma parte de su show.