Coberturas

Massacre en Beel Zebul

La banda de Walas se presentó en Salta luego de dos años, y puso a Beel Zebul al palo con un público agitador. RS estuvo presente y te cuenta qué pasó.

El Recital del Año

Fue algo así como La Fiesta Soñada, porque… si vos tuvieras un skate shop, ¿a qué banda convocarías para celebrar tu aniversario? A Massacre, obvio. Así como los cumpleaños de los talleres mecánicos se deberían festejar al ritmo de Viticus, Mad o Lovorne; en los skates shops tiene que sonar la banda de Walas. Y Massacre no sólo sonó, sino que rompió culos y pateó cabezas.

El 13 de noviembre se festejaron los tres años de Chaco en un Beel Zebul casi repleto con 250 personas que durante una hora y media fueron trasladadas al under del skate punk por una banda que suena en las radios más comerciales y llena el Luna Park.

 
Pasadas las once de la noche, Walas encabezó la fila formada por la banda, que bajó desde la parte superior del local y se subió directamente al escenario, tras pasar entre la gente, que no los acosó, sino que los bañó en el primer aplauso de la noche. Atrás de ellos, un tipo con una cámara no los perdía de vista en ningún momento. Los filmó cuando llegaron a la ciudad, cuando subieron a tocar y cuando se fueron. “Anthology, baby”, dijo Charly García alguna vez, cuando también tenía a un camarógrafo 24 x 7.
 

massacre

“¡Esto es Massacre en vivo!” arengó Walas (gorra, camisa abierta, remera skater) una vez arriba del escenario y la banda tradujo esa frase en la primera trompada que llegó con “Plan B: Anhelo de satisfacción”. Ya en ese momento comenzaron a rondar dos pensamientos que iban a volver una y otra vez durante toda la noche y que parecen contradictorios: “Qué sonido de mierda” y “Esto es mejor que el recital del 2008”.

La explicación es sencilla: el rock no tiene que sonar bien para ser bueno. Eso dejaselo a Maná. Massacre transmitía energía y actitud. Los que no estaban en el pogo transpiraban igual a pesar de no estar apretados, mientras Walas desplegaba su clásico show y demostraba (de nuevo, una vez más, siempre) que es el mejor alumno de Luca. Como el tano, Walas hace de su “defecto” una virtud. Se enorgullece de su panza igual que Prodan hacía brillar su pelada. Se viste con calzas a las que nadie se le anima, tal como Luca usaba joggings en los ochenta. Pero lo más importante del pesado cantante es su capacidad de apoderarse de cualquier escenario, hacerlo suyo y devolverlo inutilizable, logrando que no necesites ver a otro tipo ahí arriba alguna vez.
 

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Con todo, Walas no sería sin Massacre, empezando por el tordo Pablo Mondello, casi su contracara. Serio (dicen que sonrió una vez), estático, se la pasó todo el recital concentrado en sus solos que sí deberían haber tenido una mejor suerte a la hora de llegar a los oídos de la gente. Fico, en segunda viola; y Charly Carnota en batería fueron los sacrificados (¡qué calor!) del fondo, mientras que el bajista Luciano Facio hizo conmovedores e inútiles esfuerzos para sumar en los coros.
 
“Nuevo día”, “Compulsión”, “Te leo al revés”, “Maggie May” (“Dedicada a la viuda. Hay que apoyarla o se nos viene la noche”, dijo Walas), “Vienen Zombies”, “Seguro es por mi culpa”, “Divorcio”, “La reina de Marte”, “Mi mami no lo hará” y “Diferentes maneras” fueron algunas de las canciones que aparecieron en un show que sí, sonó pésimo, pero también fue superior al de su última visita a nuestra ciudad y dejó a todos, como esa vez, diciendo que fue el recital del año.
 
 
Fotos de Violeta Gil.