Entrevistas

Rock espacial

Con Estela, su segundo disco, los rosarinos Mi Nave confirman que la libertad es lo único que los define. Este sábado regeresan a los escenarios.

Por Lucas Canalda // Foto: Renzo Leonard

Con un paso tímido pero conciso, Mi Nave se afirma desde 2008 como uno de los actos más frescos de Rosario, seduciendo con sus oleadas de shoegaze y el minimalismo de sus canciones a un público que parece vibrar en la misma sintonía y encuentra en el grupo una inocencia experimental que invita a deslumbrarse trascendiendo estilos y propuestas. A destiempo entre una fecha en Capital Federal y un inminente cierre de edición en Rosario-Salta, hablamos con los hermanos Bofelli, Pablo (Feli) y Andrés, guitarristas del grupo, que se completa con Jo Maidagan en sintetizadores, Martín Salvador Greco en bajo y Alejandro Gomara tras los parches (flamante incorporación del grupo, en reemplazo de Iván Brito, quien grabó el disco).


Mis manos brillan ¡Wow!

Meses atrás, por correo, llegaba “Crocante”, primer adelanto del nuevo disco de Mi Nave, y al darle play, batería, bajo y sintetizadores arremetían de manera inexpugnable hacía el sacudimiento mientras que las voces en clave dream pop festivo rimaban “ruptura/placer/cura/figura”. Esa primera escucha sorprendía, contagiaba y dejaba con ansias de más. Algunos días después teníamos en nuestros oídos el trabajo completo. Estela es la celebración de una música que no conoce cuerpo, puesto que se resiste a la uniformidad y a las limitaciones que ese traje presenta. Un festejo por el deseo latente que el grupo alberga desde su nacimiento, un deseo de encontrar su propia piel, una capa que los deje transfigurar en lo que su música y su deseo de jugar (léase también, experimentar) les demande. Hoy Mi Nave está recubierto por una lámina de escamas que son refractarias a las estructuras establecidas de una canción y busca correrse, se corre para jugar, juega para crecer, crece para decir. Estela es júbilo desde el primer minuto. Todo lo que se desprende de “Remera de Dios” es contagioso e invita sacudirse y eso parece extenderse hasta la cumbia en off de los últimos segundos. La banda se siente contenta y contagia durante los 37 minutos que duran estos ocho tracks que exigen, de inmediato, un nuevo play.

El disco fue grabado y mezclado entre diciembre de 2012 y julio de 2014 en el estudio El Salvador, propiedad de Greco, quien también llevó adelante el registro de las canciones. “El proceso fue bastante largo, primero grabamos maquetas en vivo de todos los temas, para cerrar arreglos, partes y demás”, detalla Feli. “Después, con eso como referencia, grabamos todos los instrumentos. En medio de la grabación, Feli se fue a visitar a unos amigos a un pueblito del norte de Brasil llamado Pipa, y cuando volvió trajo las voces grabadas, por eso salieron tan inspiradas” (risas).

-¿Cuál fue la principal ventaja de grabar en el estudio de Martín?

Feli: Lo positivo de que la mezcla y la grabación la haga un integrante de la banda es que no hace falta transmitirle la idea de cómo queremos que suene el disco. Además, la ventaja de trabajar con estudio propio es que podemos dedicarle todo el tiempo que queramos a la producción del disco. Pasamos horas escuchando los temas y ajustando detallecitos hasta quedar convencidos. Hay partes que fueron cambiando muchísimas veces a lo largo del proceso hasta que quedamos conformes, eso en un estudio normal no hubiera sido posible, o nos hubiese resultado carísimo.

– ¿Cómo llegaron a Daniel Ovie para masterizar el disco?

– Andrés: Queríamos hacer un master lo más pro posible dentro de nuestras posibilidades, así que pedimos recomendaciones a amigos y nos fijamos quiénes habían masterizado discos de bandas que nos parecía que sonaban bien, y el nombre de Daniel se repetía bastante, así que decidimos contactarnos con él y su propuesta fue la que más nos cerró, por su predisposición, por su buena onda en general con los proyectos independientes, y por la calidad de su trabajo.

– Durante los primeros tres años de la banda tocaron de manera constante. En la presentación de Brillante ya hacían versiones diferentes de las canciones del disco y también temas nuevos. Parecía que no podían conformarse en un plano estático sino que iban siempre al momento irrepetible del recital. ¿Disfrutan el tiempo de composición, producción, grabación del disco? ¿Prefieren la espontaneidad de las zapadas y lo que de ahí devenga?

– F: Las canciones tienen una idea central que, por lo general, no se modifica, pero todo lo que rodea a ese núcleo es abierto y está sujeto a cualquier tipo de cambio. Somos bastante inquietos y nos aburrimos un poco rápido de lo que hacemos, por eso las canciones van mutando con el tiempo. A eso se le suma que tuvimos muchos cambios de integrantes en la formación de la banda, y al no haber nada cerrado, cada uno fue haciendo su aporte, y eso también genera cambios. Disfrutamos todos los procesos por igual, nos gusta mucho la libertad y las sensaciones que se generan al improvisar, pero no nos satisface quedarnos solamente con eso. Llega un momento en el que tenemos la necesidad de convertir toda esa abstracción a algo más concreto, darle forma a esas zapadas y armar canciones para después producirlas, tocarlas, grabarlas. Son todos procesos diferentes, pero que están relacionados entre sí. Cada uno es el resultado del proceso anterior. Sin las zapadas no existirían las canciones, y hacer canciones es una forma de darle sentido a esas zapadas para que no queden en la nada.

Las canciones se suceden y de ellas, como un diente de león estallado, se desprende dream pop, noise y wave etéreo. “Matt Damon” advierte cultura pop; “Feriado puente” recuerda; “Rotonda” resetea el hipocampo. “Andrés” es un juego de métrica y sílabas; una canción fraternal cariñosa que dispara en simultáneo y funciona tanto como un gesto tierno de niños salidos de una historia de Stephen King o una fantasía alucinada de Banksy: “Una vez a Andrés lo hice caer/era un juego, él abrió su sien/De ahí salen las ideas de Andrés.”

–  ¿De dónde nace la canción y el juego que es la canción?

– F: Con Andrés somos hermanos. Como tales, siempre jugamos desde chicos, lo seguimos haciendo pero tocando y haciendo canciones. Las melodías son como un crucigrama, están los casilleros vacíos y siempre tienen una palabra como para que no sea tan difícil arrancar. Mi palabra era Andrés, el resto se completa siguiendo las indicaciones que están a un costado.

– ¿El minimalismo que caracteriza a la banda fue un punto de partida acordado desde el inicio o fue algo que los encontró mientras se iban formando?

-A: No hubo ningún punto de partida acordado cuando nos juntamos, pero sí gustos e intereses en común. Tratar de definir o acotar el estilo de la banda antes de juntarse a tocar es medio inútil porque uno nunca sabe para dónde va a salir la cosa, sobre todo en un proyecto como el nuestro, donde la base de la música está en la improvisación. Eso no se puede ordenar o premeditar, no tiene sentido. Siempre nos resulta muy raro cuando surge la palabra minimalista para definirnos, porque no nos sentimos así para nada. La única relación con el minimalismo, tal vez, es que intentamos trabajar con lo justo y necesario, la palabra adecuada sería más bien austero, no mínimo. Una canción necesita el equilibrio justo en los elementos para que la idea se entienda, si se adorna de más molesta y confunde, lo que sobra lo sacamos.
 

Son luces sin focos despertándome

Mi Nave se hizo un nombre y lugar en la movida rosarina a partir de una constancia de recitales propios y compartiendo fechas con grupos distintos y de búsquedas estéticas diferentes, sano hábito que por mucho tiempo estuvo relegado ante una ciudad habituada a apostar por la seguridad de clasificar y armar las fechas bajo la misma similitud de propuestas.

– ¿Sienten que las bandas y sellos jóvenes impulsan un regreso a dialogar con música e intercambiar ideas?

– A: Gracias a Internet hay muchos límites que están desapareciendo. La posibilidad de tener acceso a tanta información hace que con el paso del tiempo los estilos musicales se ramifiquen y fusionen cada vez más, de forma que resulta casi imposible catalogar a una banda, es como si cada banda nueva creara un estilo propio. A raíz de eso la gente cada vez tiene menos problemas en disfrutar o mezclar cosas que en teoría son diferentes o no deberían ser compatibles. Que bandas que hacen distintas variantes de música se puedan juntar habla de una conciencia global de lo contemporáneo, no de una cuestión superficial, sino de una idea de cómo se vive la música hoy en el mundo. En Glastonbury 2011, ponele, Beyoncé fue headliner y el año anterior tocó Shakira, eso habla de un desprejuicio y una apertura mental que hace un tiempo habría sido impensado. Las bandas y sellos jóvenes llevan consigo esa ideología y somos afortunados de formar parte de este proceso. Cosas como ésta pasan en grandes momentos de la historia, las vanguardias abren caminos nuevos para todos lados. Está bueno pensar que estamos en un momento así.

– El público de sus recis resulta muy ecléctico, hay gente de muchas movidas diferentes, gente que hasta había dejado de ir a recitales. ¿Lo notaron?

-F: No sabemos muy bien por qué pasa eso, pero puede ser porque nosotros mismos venimos de movidas diferentes por fuera de la música, nos dedicamos a otras cosas como el diseño, arquitectura, fotografía y video y nunca nos sentimos dentro de alguna movida musical en particular. Todos trabajamos en lugares relacionados con la imagen, por eso le prestamos mucha atención a la gráfica que usamos para identificarnos en la web, flyers, discos, etcétera. Gracias a eso hubo varios casos de personas que nos dijeron que fueron a algún recital porque les gustó el flyer y fueron a ver qué onda la banda sin haberla escuchado antes, o gente que se baja el disco por la tapa.
 

0341

En 2012 editaron Brillante, su filoso y auspicioso debut que fue saludado por sus seguidores y por la prensa local, obteniendo también una asombrosa repercusión en Internet, generando fans a la distancia. El eco tuvo una curiosidad que se repitió como constante en blogs latinoamericanos que reseñaron el disco: de acuerdo a algunos bloggers, Mi Nave hace música que no parece de Rosario. “Sabemos que este tipo de sonido se asocia más a bandas de afuera, pero nosotros somos rosarinos y nuestras experiencias de vida tuvieron lugar en esta ciudad”, expresa Feli. “Somos el resultado de lo que esta ciudad nos ofrece y también de lo que carece –sigue-, porque nuestra búsqueda también es la de producir algo que sentimos que acá falta, tratamos de hacer la banda que nos gustaría escuchar en la ciudad. Nosotros antes de tocar en Mi Nave íbamos a los recitales de Aguas Tónicas, Los Codos, Ponzonia, Los Daylight, y flasheábamos bastante, porque estaba buenísimo que se genere una movida así en Rosario, eran todas bandas de acá con un sonido súper personal que no se escuchaba en ningún lado. Por ahí no es la música que a uno primero se le viene a la cabeza cuando piensa en esta ciudad, pero eso no le quita lo autóctono. Creo que este sonido y esta movida responden al crecimiento de Rosario como ciudad, porque justamente es un sonido ‘de ciudad’. Rosario es ciudad grande con muchos edificios, tránsito, hormigón y ruido. El lenguaje de las ciudades es algo global, porque si bien todas son diferentes, comparten esas características. Por eso la búsqueda de ese lenguaje genera un resultado que a veces se hace difícil de identificar como algo propio, pero el río y la pampa forman una paleta que le da un color distinto al resto de otras ciudades y esas cosas indefectiblemente afectan a los músicos de esta ciudad. Si se posee el grado de sensibilidad para dejarse llevar por ellas se puede generar algo propio y único de este lugar. Por eso en las tapas de los dos discos hay animales autóctonos de la fauna del litoral argentino, como una forma de dejar en claro nuestra identidad”.