Festejando sus diez años, Las Pastillas del Abuelo pasaron por Salta y Tucumán. Cientos de adolescentes cantaron junto a Piti y los suyos. Cobertura del show salteño.
Con una larga fila que anunciaba otro show de rock en el Microestadio Delmi, la calurosa noche se fue convirtiendo en la matiné de algún boliche; o bien en la elección de la reina de algún secundario. Y es que el promedio sub 18 era casi total. Los clásicos cantitos de agite previo, usados para Divididos o el Indio eran adaptados para Las Pastillas del Abuelo. De alguna forma esta numerosa banda se ha transformado en los últimos años en el primer amor y en la puerta de entrada al rock para una gran cantidad de chicas y chicos.
A las 22.20, entre gritos femeninos ensordecedores y oscuridad total, Las Pastillas salieron al escenario: “Por colectora” y “¿Qué vicios tengo?” comenzaron con la impronta de la banda: letras eternas con efectivos estribillos, más teclas y vientos que apoyan los cortes de los temas. Ante un calor que se tornaba agobiante, Piti Fernández, el líder y absoluta imagen de la banda, daría la bienvenida a todos al show y explicaría como una azafata al inicio del vuelo las medidas de seguridad para que todos vivan un buen recital y nadie se lastime. Así es el rock post-cromañón. Esto ayudó mucho, ya que el público (unas 1200 personas), en su mayoría, hacía su debut en un recital: era el inicio en los rituales de un show de rock con todo lo que eso comprende en Argentina. “Tantas escaleras” encendió bien alto las gargantas con esa prosa entre Sabina y Silvio Rodríguez, y sirvió para que las luces dispuestas en forma de cruz al fondo del escenario iluminen los rostros de los que estaban al centro, donde el calor transformaba a todas las remeras en trapos mojados.
Los temas fueron pasando y no quedó material por visitar de los cuatro discos con los cuales esta banda supo forjar su carrera: este año, Las Pastillas llegó a su primera década. Musicalmente el grupo que acompaña a Piti es numeroso (son seis músicos), pero limitado: no hay grandes despliegues de talento y sólo visten a las canciones, de evidente origen fogonero. Suenan bien, pero solamente cumplen con lo justo para un show de rock. Puntuales solos de percusión y pocos solos de guitarras le escapan a esa línea. Como es costumbre, el sonido en el micro estadio era un verdadera bola de ruido, uno podía salvar esta situación ubicándose cerca de la consola de sonido y enfrentando al escenario a la altura del medio mismo.
Sonaron muchos temas de Desafíos (2011), donde la pluma del vocalista dejó letras picantes como “Viles medios” o “Gobiernos procaces”, tomándole la temperatura a la actualidad política. Si los pibes pueden votar a los 16 años está bueno que la banda que escuchan les hable de ello y no sólo de letras de amor. “No a la minería a cielo abierto” y “Un saludo para mi amigo el Perro Santillán” se le escuchó decir entre tema y tema al líder, que en este show lució una remera con la imagen del Negro Olmedo.
Pero volviendo a ese sello Sabinero donde conviven el amor, el sexo y la desilusión esperanzadora, sonaron “Ama a quien llora por ti”, “Viejo karma” y “Lo más fino”, esta última dedicada al fotógrafo de la banda (Charly Castro), encargado de capturar lo que luego se puede ver en su web y Facebook, y que estaba de cumpleaños.
Para el final dejaron una versión de “Skalipso”, el clásico popurrí “Enano/La parabellum del buen psicópata” donde explotó el micro estadio con todas las luces prendidas. El poder ricotero sigue trascendiendo generaciones. En los bises se lució “Ojos de dragón”, en donde vientos y bajos llevan a buen puerto a una letra tanguera circa siglo XXI, logrando una de las mejores canciones de la banda.
Con este show, Las Pastillas demostraron ser una de las pocas en mantener y crecer en convocatoria en la actualidad del rock argentino, incluso en una ciudad difícil como Salta. Y esto se debe a un populoso público de pibas y pibes muy jóvenes, que ven al a banda como su primer amor.
Galería de Imágenes por Martín Azcárate: