Coberturas

Circo y Rock

Pasó la primera noche del Personal Fest Deluxe en el estadio de GEBA. La gran atracción fue Aerosmith.

En la era de los megafestivales, cualquier gesto que además de música brinde entretenimiento es bienvenido. O, al menos, así parecía demostrarlo el público que atestó durante la tarde la veintena de stands que ofrecían souvenires de diverso tipo: toallitas refrescantes, gorras, llaveros, cigarros, entre otras cosas. Destrezas varias eran evaluadas, desde cantar en un karaoke a mojar con una pistola de agua una especie de tampón, en un juego de tiro al blanco. Y no está mal que así sea… como condimento.

Es que los festivales hace rato han dejado de ser espacios de integración y de confraternidad, sea entre músicos y/o entre el público. Probablemente el que va a ver Aerosmith se muestre indiferente (con suerte) frente a Los Reyes del Falsete. Entonces, si va a haber una suma de “individualidades” musicales que puede llegar a ser aburrida (claro, nadie en su sano juicio viene con la misma expectativa de ver ocho o más bandas), mejor que haya una oferta de diversión que permita evitar el tedio de quedar cuarenta minutos esperando que termine LA banda. 

Pero estamos refiriendo a un festival de rock, o de música. 

A las 17.30, el Personal Fest presentaba un marco de público reducido. A esa hora, Detonantes pasaba la prueba de los dos temas. Eclecticismo en plan rock “maleducado”, con un cantante lookeado a lo Billie Joe Amstrong y chupines reglamentarios. Mucha actitud, aunque uno aprendió a desconfiar de eso. Banda Moen sería la siguiente experiencia musical: prueba no superada. Sí, la banda sonaba bien, mostrando una crudeza sonora bastante respetable, y el cantante dentro de todo andaba, ese vaiven de expresividad fingida que presentaba al cantar no gustó nada. Phil Anselmo hay uno solo.

Draco Rosa fue la siguiente parada. Sí, la curiosidad mata al gato, pero a veces es necesaria. Y la verdad, estuvo bastante interesante. Desde cierto purismo podría saltearse este párrafo, pero creo que hace rato los estándares se han vuelto difusos y así, el tono sombrío de las letras y el sonido de Draco, el power de su banda (La Santa Orquesta Phantom Box) y la onda que le puso al show, hicieron olvidar que alguna vez fue Robi Rosa. De música ligera, sirvió de cierre a un set que no desentonó con la propuesta del festival.

Vale una aclaración. La parte musical del festival se desarrolla en cuatro escenarios. Dentro de todo es posible organizarse –la puntualidad que hubo en el horario de las bandas fue casi alemana y es digna de destacar- y ver un par de bandas de cada escenario, haciendo un tour por el predio, pero a medida que el festival avanza llega un momento donde todo se superpone –y eso es intencional-: desde las bandas, al cansancio, el hambre, las ganas de ir al baño, etc.

Así, mientras esperábamos en el backstage la foto que nunca fue (Aerosmith), arrancaban Band of Skulls y Buckcherry, en el escenario 1 y 3 respectivamente. La moneda quiso que ésta ultima fuese la elegida. Y no estuvo mal, estuvo buenísimo. Con sólo escuchar 2 temas (¡prueba superada!), uno termina suponiendo que es una banda californiana, se imagina en ese mundo de girls, girls, girls, Harley Davidson y pelilargos enfundados en ropa de cuero. Y fue así. Primera presentación en Sudamérica, para esta banda que olía mucho a L.A. Guns, Motley Crüe e incluso Foo Fighters, con una muy buena recepción en el público, que quería ver Aerosmith, o algo que sea lo más parecido posible.

El fin de Buckcherry coincidió con “Is this love”, cuarto tema en el repertorio de Whitesnake, que también hizo gala de su repertorio clásico, en el escenario 2. Mucha gente viéndolos, mucho hardrockero de 50 años. Uno no termina de entender como esa gente, con tantos excesos encima, pueden desplegar tanto.

Y hablando de excesos, el cierre de la primera jornada, vino a manos de la banda de los “Toxic Twins”, Aerosmith. Obvio que el 95% del público (25.000 personas aproximadamente) fue a verlos, a disfrutarlos. Y el show, sin lugar a dudas es un tributo a su historia. Mucho se habló de la separación, de los rencores, pero como toda familia constituída y con años de trayectoria, son capaces de mostrar la mejor cara frente a los ajenos.

El repertorio estuvo plagado de clásicos: What it takes, Dream on, Walk this way, Dude… looks like a lady y la lista sigue. Sonoramente, no hay fisuras: el tándem que constituyen Joey Kramer en batería y Tom Hamilton en bajo resulta una base implacable, que incluso a veces luce con pequeñas dosis de virtuosismo. Brad Withford es el peón, el que luce poco, pero que resulta indispensable con la guitarra rítmica, a veces tomando el lugar del líder. Y claro, Joe Perry o Steven Tyler son los animadores de ese gran circo rockero. Mucha sexualidad puesta en escena, mucho correteo y jugueteo hacen quedar como minusválido a cualquier frontman del rock local mayor de 40 años (y claro, como paralítico al Indio Solari). Mucha parafernalia: luces, humo, papelitos. Ayer por momentos parecía la final del Superbowl.

La comunicación con el público fue intensa: Tyler arrojó al público esa prenda chamánica tipo capa que usa siempre, luego la armónica que tocó en Pink, y entre otros gestos, simuló un cumshot con la botella de agua mineral a las chicas que deliraban pegadas a la valla. Las féminas devolvieron un corpiño, a lo que “el suegro más codiciado del mundo rockero” (léase Steve Tyler), lanzó en español: “…muestrame las tetas…”, las chicas deliraron. Perry apeló al clima futbolero luciendo en un tema, la 10 de Messi.

Un muy buen cierre para la primera jornada de un festival, que hoy promete un final de lujo.