Entrevistas

Piratería en Salta

El MP3 y la piratería están haciendo desaparecer en todo el mundo al disco. En Salta la situacion no es igual: es mucho peor.

«Esto es como la droga: no se va a combatir.”
La definición que da Marcelo, un empleado de uno de los tantos puestos de venta de discos truchos que hay en el Parque San Martín, es categórica.
La piratería de discos crece hace varios años a pasos agigantados, y aparentemente no hay opciones para detenerla que resulten efectivas.

Si bien la piratería comenzó a afectar seriamente a la industria hace aproximadamente diez años, la crisis del 2001 y sus consecuencias fueron determinantes.
A los problemas económicos hay que sumarle otro dato fundamental para entender el fenómeno: la aparición del MP3, Internet y las grabadoras de CD.

Hace no muchos años, la situación actual era impensada. Los discos se vendían de a millones.

Tan distinta era la realidad de ese momento, que en 1998 se estableció un record de discos vendidos en el país, que aun no fue superado. Y lo más probable es que no sea superado nunca más.

En 1999, tan sólo un año después del “año record”, salió al mercado un nuevo producto: el MP3, un programa de computación que comprime los archivos de música a tal punto, que un CD completo con archivos de este tipo puede llegar a tener hasta 300 canciones. Fue una revolución. Todos los medios empezaron a especular con la desaparición del disco tal como lo conocíamos hasta ese momento; las compañías discográficas pusieron el grito en el cielo, amenazando con años de cárcel y multas altísimas; los músicos se dividieron entre los que apoyaban el nuevo programa y entre los que decían que se les estaba robando al grabar toda su discografía en uno o dos CD.

Al año siguiente, en 2000, Internet entró en el asunto cuando explotó el escándalo de Napster, la página web que permitía bajar música gratis en formato MP3. La industria vio que la desaparición del disco estaba mucho más cerca de lo que se pensaba y, con el apoyo de varios músicos (especialmente de Metallica) inició acciones legales contra Napster.
La página finalmente desapareció, pero dejó la semilla plantada. No hubo que esperar mucho para que nazcan sitios que ofrecían programas similares al de Napster, pero mejorados.

De ahí en más, la industria discográfica mundial comenzó a irse en picada: las grandes compañías absorbieron a las más débiles, incapaces de mantenerse; los músicos se dedicaron a tocar en vivo y a no editar tantos discos, las disquerías reducían personal o cerraban y la gente empezó a bajar de Internet todos los discos que podía, o a comprar MP3.

En nuestro país la crisis discográfica se vio afectada mucho más que en otras partes del mundo debido a la debacle económica de 2001 y la posterior devaluación del peso. Los discos que antes estaban a veinte pesos, pasaron a valer treinta. Los importados sesenta. A la gente no le quedaron muchas opciones: comprar copias piratas o nada.

En nuestra ciudad, como en todo el NOA, la situación es aun peor (sí, peor): ya casi no hay disquerías y la piratería lo invade todo. A las personas de bajos recursos, que encabezan las listas de los que más discos “truchos” compran, se les sumó el resto de la sociedad, que tiene que comprar MP3 con los distintos tipos de música que las compañías no editan y las disquerías no venden.

“La venta viene cayendo todos los años. Que haya tan pocas disquerías es porque los números no dan.” El que habla es Víctor Zerpa, encargado de la disquería de H y R Maluf, la casa de música más antigua de la ciudad (“y una de las últimas”).
Según Zerpa, una de las posibles soluciones sería bajar el precio de los discos, sacrificio que primero deben hacer las discográficas. “Las compañías -continúa Zerpa- argumentan que los costos de ellos son elevados: grabación, difusión, pagar a las radios para que pasen los temas, entre otras cosas.”

La idea de los altos costos de grabación también la comparten algunos músicos, como Mario Mercado, de Vale 4:
“Con poco presupuesto no podés hacer un disco, ni tener un buen arte, porque necesitás un presupuesto acorde al lugar donde vas a grabar, las horas de estudio, la cantidad de músicos, las fotos, etc.”

A pesar de que muchos de los más grandes discos de la historia fueron hechos con pocos recursos y en poco tiempo, Mercado insiste en que es necesario un gran presupuesto para hacer un buen disco: “Nosotros tenemos un promedio de veinte mil pesos al año y más también, para hacer un disco. El último nos salió dieciocho mil.”

Los altos costos de grabación hacen que el disco sea más caro para la venta. De este modo, la gente elige, en su mayoría, comprar los MP3.

Según una encuesta realizada especialmente, un 52 % de las personas reconoce que baja de Internet las canciones, pero que comprarían los discos originales si pudieran. El 25 % dice bajarlos de Internet sin pensar en el original, y el 23 % restante compra los originales “aunque estén caros”.
Los datos coinciden con las estadísticas que CAPIF maneja y da a conocer al público a través de su página web.

Según la última información brindada por esta entidad, la venta de discos legales cayó a la mitad en los últimos seis años y uno de cada dos discos que se venden en nuestro país es pirata.
Además, destacan que “se redujeron fuentes de trabajo genuino”, algo en lo que coincide Zerpa, al reconocer que “antes eramos cinco empleados en la disquería, y hoy somos tres. Hacemos todo y cobramos menos que antes. No da para más que esto. Y los que venden discos truchos tienen empleados, pero les pagan una miseria y en negro.”

A Marcelo, su jefe le paga un peso por CD vendido y dos por cada DVD.
– ¿Cuántos vendés por día?
– Cuatro, cinco discos. Los fines de semana me salvo, porque vendo como cincuenta por día.

CAPIF también informa en su página que “el Estado pierde ingresos porque la piratería no paga impuestos.”
Sin embargo, Roberto, que vende discos en el parque, pero que, a diferencia de Marcelo, es propietario; no parece estar de acuerdo con esa afirmación:
“Al parque no vienen, porque el parque, los puestos, son legales. Tenemos personería jurídica, obra social, beneficios, pagamos una tasa. Yo antes pagaba a CAPIF, cuando tenía un puesto de otro tipo. Pagaba cincuenta pesos por mes. Hasta setenta en épocas clave, como las fiestas.

– ¿Qué vendías?
– Esto.
– ¿Truchos?
– Sí.
– ¿Y CAPIF te cobraba?
– Sí, o me levantaban. Entonces me cobraban y yo pagaba. Pero por la música, no por las películas. Porque ellos decían: “si querés, no vendas música y no te cobramos.”
– Pero si vos estás vendiendo algo ilegal, ¿cómo te pueden cobrar una especie de impuesto?
– Lo que pasa es que la orden de allanamiento que viene es por “venta fraudulenta” pero sin impuesto. Porque si vos pagás un impuesto no te tienen que quitar.”

Suena contradictorio pagar impuestos por un puesto de ventas de productos ilegales.
No obstante, ese proceder parece ser necesario para poder trabajar sin sobresaltos:
“El año pasado –continúa Roberto– estuve en el Norte durante dos meses y Gendarmería no me quitó nada. Es más, me compraron. Yo les dije que había pagado el impuesto y me dijeron que trabaje tranquilo.”

Las sospechas que despierta Gendarmería Nacional, la Policía Provincial y los propios funcionarios de CAPIF, son comunes en todos los involucrados en el negocio de la música, sea legal o ilegal.
“Gendarmería hace la vista gorda a todo –explica Marcelo, desde el puesto en el que trabaja. Y si no lo hace, hay gente a la que le pagás para que te haga pasar las cosas por la Aduana.”

Víctor Zerpa tiene otra teoría relacionada: “Acá, cuando van a hacer un operativo, en el puesto se enteran antes de que llegue la policía. Cómo lo hacen, no sé. Pero cuando la policía llega, ya no hay nada. Cuando se van, vuelven. Es así.”

Roberto lleva más lejos la idea: “Cuando hacen los allanamientos se llevan mil, dos mil, tres mil CDs y después hacen la repartija. ¿Vos crees que sale en el diario cuántos CDs secuestran? ¿O si los muestran?”

No se puede comprobar tan fácilmente si lo que dice Roberto es cierto, pero lo que sí se puede decir es que la última noticia que se dio a conocer en los diarios y también en la página de CAPIF, acerca de un allanamiento en nuestra ciudad, data del mes de Abril de 2007, siendo esa la única noticia en doce meses, a excepción de una aparecida en Noviembre de 2006.
Pocos operativos para un mercado ilegal tan grande.

Consultados para este informe, la gente de la Aduana de Salta afirmó que “los discos secuestrados se destruyen una vez que el juez da la orden. Mientras tanto, los guardamos.”

“¿Sabés qué hacen con lo que secuestran? – pregunta Roberto. Van y venden todo en Bolivia. Te digo porque he visto unos chicos que, en la tapa de los MP3 que hacen, le ponen un logo para identificarlos. Y a esos mismos logos los ves en Bolivia, después de haber sido secuestrados. ¿Cómo caen en Bolivia? Porque los agarran ellos (N.de R: los que secuestran los discos) y los venden en Bolivia. Y en Bolivia se ponen a duplicar.”

Otro dato curioso es que CAPIF no tiene personal en Salta que se dedique a combatir la piratería. “Sólo hay gente para recaudar”, reconoce una empleada ante un llamado telefónico.
La gente que está a cargo de combatir el comercio ilegal de discos es la que forma parte de APDIF (Asociación para la Protección de los Derechos Intelectuales sobre Fonogramas y Videogramas), un ente creado por CAPIF para “investigar y denunciar” a los que venden discos piratas.
Pese a todo, un integrante de CAPIF que pidió no ser identificado, reconoció que es más barato no combatir la piratería antes que hacerlo: “económicamente, al Estado y a CAPIF, le conviene más dejar todo como está, porque con los operativos y las investigaciones se gasta mucho más.”

Con este panorama, con los precios subiendo cada vez más, con la tecnología volviéndose cada vez más fácil de manejar, con algunos de los damnificados involucrados (“hasta los músicos hacen copias piratas de sus propios discos, para difusión”, dice el miembro de CAPIF) y con los encargados de resolver el tema haciendo la vista gorda, es muy difícil que se revierta la situación.
Lo más probable es que en un futuro no muy lejano, las disquerías en Salta desaparezcan del todo y la piratería sea el único medio para conseguir discos, como ya ocurre en el interior de la provincia.

“La realidad indica que el disco tiende a desaparecer. El disco fue. Contra el MP3 no puede hacer nada. Son doce temas y no todos los doce temas son buenos. Te conviene tener doscientos temas, que vos elegís; a comprar un disco caro, que no sabés qué te trae.” Víctor Zerpa da una última y resignada reflexión, mientras se da cuenta de que su trabajo se está extinguiendo.
Aunque deja una puerta abierta a la esperanza, no se lo nota muy convencido: “esperemos que siga existiendo el disco, para que sigamos existiendo nosotros.”