Es bien sabido que lo que pensamos, decimos o hacemos será tomado de manera individual, o directamente sin filtro alguno, y poniendo a todos en la misma bolsa, según la conveniencia. Se generalizará. Estamos acostumbrados a dichos y expresiones que describen nuestra realidad: por algo será, algo habrá hecho, y también, mira cómo se viste.
El desprecio por el ser humano (tenga la ideología que tenga), el odio y la burla, son moneda corriente. A su vez, como aves de rapiña los medios imponen la agenda diaria, desinforman, desvían los temas importantes, se dedican, en su mayoría, a sacar de contexto, a instalar prejuicios y a estigmatizar. Alimentan a todo el séquito apático que dominan.
Esta quiso ser una reflexión más, acudir al llamado de la ruta, transitar en ese viaje imaginario donde todo es maravillosamente oscuro y posible, pero el país vive tiempos difíciles y no debemos agachar la cabeza aceptando todo. Así es el rock, te suelta la mano para que te diviertas, digas, o hagas lo que quieras, y después de todo eso, te ubica en una vereda o en la otra. Esto es así, no se puede quedar bien con todo el mundo.
Las redes sociales son un fiel reflejo: ¿a cuántos eliminaste este mes? Claro, es el lugar perfecto para purificar las pasiones del ánimo, difundiendo el morbo de sus almas; y las fichas saltan por todos lados y te cuestionás cómo pudiste compartir tanto con esa persona. Esto le pasa a mucha gente. Lo bueno es que se limpia la cancha, y las cosas, te gusten o no, son más claras.
“La juventud es el futuro”, nos dicen y repiten a menudo, y si bien con esto tratan de darle una estela de gloria posible a las nuevas generaciones, lo que se oculta en el fondo es una idea estática y de permanente silencio, por lo tanto, automáticamente cómplice.
Podríamos decir que el argentino al saber empírico lo tiene, ya hemos vivido tiempos parecidos. En este punto, el heavy metal siempre dijo presente mostrando un mensaje de rebeldía y lucha constante, sin ser populares y aliados de la contracultura como manera de expresión.
Recuerdo gratamente, allá por 1996 en la provincia de Tucumán, a la aguerrida banda 448, cuando Rolo le dedicaba canciones fuertes y provocadoras al gobierno de Bussi, recordándole su pasado represor. El que se llegaba a los recitales sabía que en cualquier momento se armaba con la Policía. Estaba todo mal, se sentían en el aire la intolerancia y la provocación.
Sonaba “Torturador” desafiando y sin medir consecuencias nos hacíamos cargo de lo que cantábamos: acá estamos y no pensamos igual. Y si teníamos que correr sabíamos que tenía que ser lo más rápido que podíamos, no nos podían agarrar. Y sí, ¡correr! El perseguidor no era un improvisado, edificaba miedo, ese perseguidor fue el peor de todos. ¡Cómo no temerle a lo que te podía hacer si te agarraba!
La situación se repite. Las fuerzas de seguridad tienen la orden de reprimir escudados en la impunidad con la que siempre se manejaron, moviendo las piezas y haciendo cada vez más difícil llegar a la verdad. Y esto no va a parar.
Como se dijo al principio, se generaliza convirtiéndose en un círculo vicioso. El poder en manos de personas nefastas y, por otro lado, los decididos a mostrar la cara por la miseria de los oprimidos cortando rutas, marchando y reclamando en las plazas, sin renunciar a la tarea de poner en el centro de la historia a los culpables.
Esta quiso ser una reflexión pero estuvo mal contada. Nos sumamos y apoyamos la lucha por la verdad y la justicia, para que nunca más se repita la desaparición forzada de personas y podamos ser artífices de nuestro destino.
Publicado en la revista Rock Salta Nº25, en el mes de noviembre de 2017.