Libros

Uniendo Fisuras, de Diego Giordano

El libro cuenta la historia del disco Signos de Soda Stereo.

Uniendo Fisuras, de Diego Giordano, cuenta la historia de Signos, el tercer disco de Soda Stereo, un álbum que le dio al trío “la consagración continental” definitiva.

El libro analiza el salto evolutivo de Gustavo Cerati como compositor y muestra ese progreso como un dato clave para todo lo que llegaría después en la banda. Los placeres y los disturbios internos en el grupo que completaban Zeta Bosio y Charly Alberti se alimentaron de allí.

Signos también mandó a los críticos y escépticos que hasta entonces no habían creído en el grupo a lavar los platos del resentimiento. El repertorio del disco era incuestionable: “Signos”, “Prófugos”, “Final caja negra”, “El rito”, “Persiana americana” son temas que todavía resisten como clásicos que pasan de generación en generación.

Uniendo Fisuras fue publicado el año pasado e integra el catálogo de Vademécum, que lo completan trabajos sobre discos de Invisible, Charly García y 2 Minutos y ya anunció próximos libros sobre Don Cornelio y la Zona, Los Gatos, entre otros. Giordano, periodista y músico rosarino, realizó una investigación que no estuvo carente de entrevistados. Por las páginas pasan varios personajes que formaban parte del mundo Soda Stereo, algunos muy conocidos como Fabián Quintiero, Richard Coleman y Adrián Taverna.

El libro no cuenta con la participación de Alberti o Bosio y bucea tanto en la parte musical como en el impacto social de la banda, una buena manera de abarcar a Soda, que se caracterizó por mantener un camino creativo inquieto mientras escalaba en el jet set (y sí) del rock en español. Charlamos con Giordano, que ha colaborado con distintos medios y también escribe en su blog La conspiración del ruido.

– Vademecum es una colección de libros sobre discos. ¿Tuviste otras opciones además de Signos?
– En realidad, mi primera opción era escribir un libro sobre Ciudad de pobres corazones. Había olvidado por completo que un colega ya estaba trabajando en ese proyecto hasta que me lo recordó Roque Di Pietro, director de Vademécum, que me dijo que pensara en otros discos. Signos fue el primero que le sugerí.
– ¿Cómo laburaste teniendo en cuenta que hasta el rock «atiende en Buenos Aires»? ¿Viajaste, hiciste todo por teléfono/internet?
– Me instalé una semana en la casa de un amigo que vive en Baires y pude hacer las entrevistas que me parecían más relevantes —Adrián Taverna, Richard Coleman, Pollo Raffo y Fabián Quintiero— de manera personal. En esos días también me dediqué a caminar y recorrer los lugares relacionados con la grabación del disco. El resto de las notas las hice por teléfono y por mail.
– Zeta y Charly no quisieron participar. ¿Tuviste contacto con ellos, te explicaron las razones o simplemente “te clavaron el visto”? ¿Fue positivo o negativo que no estuvieran?
– Yo empecé a trabajar en el libro suponiendo que iban a aceptar que los entreviste. Fui bastante ingenuo. Promediando el proceso de escritura, hablé con Alberti y me dijo que no. Lo volví a contactar cuando ya estaba terminando y se volvió a negar. Con Bosio no hablé directamente. Contacté a una persona que trabaja con él. Primero aceptó, después dijo que no sabía, y finalmente me mandó a decir que no quería hablar de Soda. Sentí una gran tristeza cuando recibí las dos negativas. Pero después entendí. Muerto Cerati, ellos son los dueños de la historia oficial, y esa historia dice que en Soda todo se hacía de a tres. Y un libro sobre Signos no puede obviar el hecho de que es el primer disco de Soda que Cerati compone solo, arreglos incluidos, de principio a fin, con la excepción de “Final caja negra”. Hasta Nada personal, Cerati llevaba sus ideas a la sala de ensayo, y las canciones se terminaban de arreglar de manera grupal. Esa forma de trabajar se termina con Signos, que es, además, el disco en el que la pelea por los derechos autorales entra en un camino sin retorno.
Es una época en la que pareciera estar todo dicho sobre ciertos artistas. ¿Qué tiene que hacer el periodismo musical para destacarse en estos días en los que la información básica de los discos y los recitales está a un clic de distancia?
– Es cierto, desde hace veinte años, todo está a un clic. Pero esa fabulosa y bienvenida oferta de información genera también estrés y la sensación, real, de que no hay tiempo para escuchar todo. Quizás como consecuencia de esto, el nuevo periodismo musical tiene un gran componente autobiográfico. Muchas reseñas se centran en la manera en que tal disco ingresó en la vida del autor o autora del texto. Eso no tiene nada de malo. Pero yo espero algo más que anécdotas: tirame un análisis, explicame cómo ese disco dialoga con su época y con la historia musical que lo antecede.
– ¿Tenés algún nuevo libro en marcha?
– Sí, estoy comenzando a trabajar en un libro sobre Todo lo que acaba se vuelve insoportable, el primer disco de Punto G, una banda de Cañada de Gómez que fue muy importante en el rock de Rosario a fines de los 80.