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Vengo del placard de otro | Un disco que aún refleja a la Argentina

El álbum de Divididos publicado en 2002 fue la consecuencia de una crisis que nos recuerda mucho a la actual.

En 2002, Divididos publicó Vengo del placard de otro, su séptimo disco de estudio. Este año cumple dos décadas que a veces parecieran no haber ocurrido.

Es que el disco del entonces trío de Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Jorge Araujo es un reflejo de una Argentina cascoteada, golpeada, llena de moretones, como las morcillas de la tapa.

El disco tiene canciones que son una consecuencia de la crisis económica que habían padecido los argentinos en aquel lejano 2001 y 2002.

En «Villancico del horror», el trío repasaba los eventos de fin de año de 2001, con el corralito, la caída de Fernando de la Rúa, y los cinco presidentes en una semana.

La salida de la convertibilidad y la posterior devaluación del peso ordenada por Eduardo Duhalde una vez instalado en Casa Rosada se percibía en «Ay, qué dios boludo». «La azafata vuelve a ser la que trae el perfume y el pedal», cantaba un Mollo que en lo personal continuaba por un camino de reinvención, con una voz cada vez más distinta a la de los 90. En esa búsqueda interna estaba «Puertas», un tema introspectivo, lleno de dudas, que se destaca aún hoy como lo más extraño del grupo.

Pero la línea social continuaba. «Casitas inundadas, a votar», ya desde el título, no dejaba demasiado lugar para la imaginación. «Un alegre en este infierno» también.

El disco tenía canciones que se volvieron clásicos del grupo, como «Cajita musical» y «Pepe Lui».

Vengo del placard de otro cerraba con un tema que no tenía nada que ver con lo anterior. Se trataba de «Guanuqueando», de Ricardo Vilca, en una versión en vivo grabada en Tilcara durante la presentación del grupo en agosto de 2000. La canción funcionó como un cierre esperanzado dentro de un disco que caía una y otra vez en el humor negro, la desolación social y la falta de futuro.