Libros

Yo también soy una mosca, de Esteban Serrano

Un breve relato al corazón de la última misa del Indio Solari.

Yo también soy una mosca, de Esteban Serrano, es un pequeño libro que se lee de una sentada. Fue publicado este año por Vinilo Editora y se trata del viaje de cinco amigos desde Buenos Aires hasta Olavarría para presenciar el recital del Indio Solari del 11 de marzo de 2017.

Las noventa páginas del libro avanzan sin problemas mientras vamos conociendo a los protagonistas, que están unidos desde la infancia y ahora, ya con más de cuarenta años, siguen juntos en una nueva experiencia. En este caso, el fallido concierto final del Indio en una Olavarría desbordada, con calles invadidas, falta de señalización, aplastamientos y dos muertes.

En el medio de ese show para 300 o 400 mil personas (quién sabe) están las pequeñas historias y Serrano presenta una tan parecida a las demás como diferente. Para empezar, el autor, que es el que lleva el relato en primera persona, reconoce que “nunca” disfrutó de la música de Patricio Rey, asegura que no le gustan las muchedumbres y que no se siente cómodo entre el fervor y la energía colectiva de las masas. ¿A qué fue, entonces? A estar con sus amigos, por supuesto.

Serrano, que es diseñador gráfico, ilustrador e historietista, describe, entre sorprendido y fascinado, a veces con dejos de vergüenza ajena, el tremendo despliegue que significaban (duele ponerlo en pasado) los viajes hacia los conciertos del Indio. Almacenes arrasados, restaurantes con colas interminables, falta de WiFi, asados en cualquier lado, música cada dos metros. Felicidad en el aire pero también un concierto que resultó caótico, desparejo y con la sensación de desastre inminente. De algo de eso hablamos con el autor en la siguiente entrevista.

– Compartiste años, anécdotas y viajes varios con tus amigos. ¿Por qué elegiste contar este viaje que a vos mucho no te representaba? ¿Por qué escribirlo cinco años después?
Joana D’Allesio
, la dueña y editora de Vinilo, me preguntó si tenía algo de cierta extensión y que sea no ficción como para sumar a su colección. Yo no tenía nada largo ni muy organizado pero le mandé las notas y cositas que fui escribiendo sobre el viaje con mis amigos a ver al Indio a Olavarría. Le gustó y junto con Mauro Libertella me fueron pidiendo más cosas sobre el viaje o cosas más satelitales para darle forma del libro a mis textitos. Entonces no fue tanto que yo pensé en publicarlo sino más bien que me invitaron. Fue espectacular, estoy muy agradecido y sorprendido por la oportunidad.

¿Todo es verídico? ¿Respetaste nombres, escenas, anécdotas? ¿Estuviste tentado de cambiar algo?
– Es todo cierto con algunas exageraciones que son más propias de la lógica que tienen las anécdotas cuando se cuentan, más en un grupo de amigos que se conoce de toda la vida. Cuando el libro ya fue un hecho empezó a darme un poco de miedo que alguien se pudiera sentir ofendido o haber sido indiscreto. Mis amigos ya habían leído casi todo porque yo les iba mandando cosas a medida que lo iba escribiendo, o sea que con ellos, aunque sea, estaba cubierto.

– ¿Cómo manejaste el equilibrio del relato teniendo en cuenta que es un viaje de amigos que se da en una jornada que tuvo fiesta pero también caos y dos muertos?
Lo sufrí sobre todo en el momento del viaje. La estábamos pasando re bien, cagándonos de risa, de hecho mi plan inicial era hacer un diario de viaje dibujado del fin de semana. Y de golpe, las muertes, y todo se fue un poco para abajo. Un bajón. Al tiempo, como casi todas las cosas, me di cuenta de que lo triste y lo gracioso conviven permanentemente. Y por otro lado lo del indio y el recital era nada más que una excusa para hablar de la amistad y el paso del tiempo. Aunque suene mal y esto creo que es siempre así, el equilibrio entre la fiesta y el caos se manejó solo.

– ¿Qué opinión tenés del Indio, los Redondos y su público después del viaje?
No tengo una opinión sino más bien una perplejidad. Yo tengo mis fanatismos y son medio ridículos entonces en este caso no juzgo, los miro desde afuera, a veces me da ternura, otras veces me emociona y otras veces me da un poco de miedo.