El rosarino escribió una canción basada en el caso de una adolescente de Entre Ríos.
Si Raúl Spahn hubiese visto el compacto que Fútbol de Primera emitió aquella noche, seguramente se habría sentido un poco descolocado. Boca, en La Bombonera, había enfrentado a Gimnasia y Tiro, que ese día vistió dos camisetas diferentes. Durante el primer tiempo, los salteños jugaron con la clásica vestimenta de rayas verticales albicelestes. En el segundo, lucieron la casaca suplente, de un azul oscuro. Era el mismo equipo, pero parecía otro. El hecho se convirtió en una anécdota más para la lista de curiosidades del fútbol argentino, pero Spahn no pudo apreciarlo. Se quedó con las ganas, porque la fidelidad que le profesaba al Xeneize no era mayor que la fe que lo había llevado a convertirse en sacerdote de la Iglesia Católica. Aquel domingo 31 de octubre de 1993, justo cuando comenzaba el resumen del partido, Spahn, el Padre Spahn, atendió el teléfono de la parroquia y escuchó la voz de una mujer acongojada.
– Padre, ¿puede atender a mi hija?
– Sí, ¿está grave?
– Está endemoniada.
Durante algunas semanas, el caso de María Laura, la adolescente poseída de Villaguay, ocupó buena parte de las noticias nacionales. Canales, diarios y radios de todo el país informaron sobre la chica que hablaba en inglés sin haber aprendido el idioma y que por momentos adquiría una fuerza tan grande que ni cuatro hombres podían sujetarla.
Hoy todo quedó en el olvido. Sólo sobrevivió la interpretación que Fito Páez hizo del episodio en “Las tardes del sol, las noches del agua”, una canción que logró reflejar aquellos días de incertidumbre y desesperación.
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– “¿Cómo sabrá que está endemoniada? ¿Me estarán tomando el pelo?”, decía yo.
Pasaron 27 años pero el Padre Spahn recuerda hasta los detalles que suelen quedar arrumbados en los rincones de la memoria. Nunca los va a olvidar porque el caso inició un camino que el sacerdote todavía transita: el de ayudar a los posesos que sufren al Maligno, como él mismo lo define. Al conocer a María Laura, Spahn empezó a entender que Dios a veces permite males para lograr bienes mayores. Lo dice hoy, después de más de, si se quiere, cien, 200, o 300 exorcismos realizados desde entonces, tal vez. Qué más da. Fueron tantos que dejó de contarlos.
“Dios me metió en este camino sin que yo lo buscara”, dice desde la parroquia de Lucas González, un pueblo cercano a Nogoyá. Cuenta que fue hasta la casa de María Laura acompañado por su jefe de entonces, el párroco Máximo Hergenreder. La encontraron acostada en una cama, con toallas en la cara, rodeada por muchas personas y sujetada por otras. Apenas ingresaron, la chica empezó a mirarlos con una intensidad que los incomodaba.
“No sabía cómo manejar el caso, porque para hacer algo a nivel de exorcismo y cosas así uno tiene que especializarse en el tema”, dice Spahn, que por entonces era apenas un vicario sin mayor experiencia.
En la habitación de María Laura, Spahn, todavía un poco asustado, se dirigió a la madre de la chica, la mujer con la que había hablado por teléfono.
– ¿Por qué tiene toallas?
– Porque le damos agua, la toma, y si le pongo unas gotitas de agua bendita sin decir nada, la escupe.
“Entonces me acerco y empiezo a hablar. No me contestaba, me ignoraba. Hasta que empezó a hablar, pero en inglés, con una cierta fuerza de voz. La nena había hecho la escuela estatal y no conocía el inglés, nadie sabía por qué hablaba en inglés”, cuenta el cura.
En Villaguay, donde la mayoría de los vecinos de alguna manera estaban vinculados con los demás, el asunto no tardó en trascender las paredes de la casa. Eso es lo que dice Ceferino Azambuyo, un periodista que en 1993 ya salía al aire por LT 27, la radio AM donde todavía trabaja: “A mí me llegó por teléfono, por un vecino de la familia que me contó que había sido testigo presencial de la situación que se planteó, que no la podían contener a la chica ésta. Me dijo que la chica generaba unos momentos en los que ellos sentían un impacto tremendo por la fuerza que desplegaba”.
Al principio la cobertura de los medios fue discreta. Azambuyo y otros periodistas de Villaguay intentaban dar la información sin que trascendiera la identidad de la adolescente poseída. Pero el esfuerzo era inútil. Los vecinos ya estaban enterados y organizaban misas, le rezaban a Santa Rosa de Lima, la patrona de la ciudad, para pedir por la recuperación de María Laura. Poco después el tema se disparó y llegó hasta Buenos Aires.
Spahn cuenta que de pronto la ciudad se llenó de periodistas “tocando timbre y haciendo consultas”. El cura de golpe se vio abrumado. “Cuando salió la noticia me llamaron de México. Me llamaron canales colombianos, me llamó Mauro Viale, Canal 2, Canal 11, Canal 9. Yo no sabía cómo manejar la situación”, reconoce. Azambuyo recuerda a la televisión porteña mostrando imágenes de personas asustadas, de varios chicos rezando alrededor de velas, sujetando rosarios que parecían haber sido comprados minutos antes de grabar la toma. Como si todo hubiera sido montado para generar una escena impactante.
“Durante los ataques, la nena cobra una fuerza sobrehumana. Escupe cuando nos ve a nosotros, los sacerdotes. Tiene un virulento rechazo por todos los símbolos sagrados: el crucifijo, el agua bendita. Su voz se torna grave y hasta profiere algunas palabras en otro idioma, creo que inglés. Me ha respondido algunas preguntas diciéndome ‘Yes, stupid’. En una oportunidad me tomó de la sotana y me zamarreó con una fuerza inconcebible. Cuando le cuento esto, en sus momentos de normalidad, se avergüenza mucho. Es re tímida”, decía Spahn por aquellos días en una entrevista con Clarín. Contaba que María Laura cambiaba cuando ingresaba en esos estados. Explicaba que era la misma, pero parecía otra. El cura estaba asombrado. Eso inquietaba a Jorge Aulicino, el periodista enviado por el diario que escribió un largo artículo titulado “Una histeria del demonio”. La nota salió en la Segunda Sección, donde se abordaban temas extraños y misteriosos.
“A mí me impresionó que el cura estaba impresionado”, dice Aulicino. “No se sabía más del tema, la madre no quería saber nada”, cuenta. Había viajado a cubrir el caso en un auto de Clarín y estaba acompañado por el fotógrafo José “Pepe” Mateos, que hoy recuerda que “todo lo que pasaba en el pueblo era como una película”. “Hacía mucho calor. Fuimos a la casa de la chica y no nos quisieron abrir, hablábamos desde la puerta”, dice.
Aulicino y Mateos cubrían el episodio con cierta mirada escéptica que al principio los divertía. Pronto empezaron a estar alerta, a la espera de lo indefinible. “Había un clima raro”, dice el fotógrafo, como si “algo” flotara. A medida que recorrían las calles se daban cuenta de que sus iniciativas fracasaban. No podían entrevistar a la madre, no podían ver a María Laura. No encontraban demasiados testigos y los vecinos les preguntaban a ellos si tenían información sobre el caso. “Todo era como un impedimento. La atmósfera era muy llamativa”, agrega Mateos.
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Por esos días, El amor después del amor seguía en las listas de los discos más vendidos de Argentina. Una década después de su aparición como el tecladista de la Trova Rosarina, Fito Páez por fin conectaba con el sentir popular. El éxito del álbum lo había convertido en un fenómeno que parecía no decaer. Él lo disfrutaba y lo aprovechaba. Había llevado La Rueda Mágica Tour por todo el país y el exterior. Pensaba cerrar el 93 con shows en Cuba y la cancha de Vélez. Fito era una moda nacional, un millonario que no podía mostrarse en público sin provocar algo parecido a una beatlemanía. Dos años antes comía arroz con aceite en la sala de ensayo, donde vivía sin dinero. Eso lo descolocaba un poco. A Fito le gustaba ser exitoso pero extrañaba la época en la que podía caminar con los walkmans sin que nadie lo molestara. Se había vuelto celoso de cualquier momento de paz. Lo demostró en un aeropuerto, cuando un ex compañero del colegio de Rosario lo vio y lo saludó con un grito.
– No me grites, que me juna todo el mundo.
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Cuando se encontraba poseída, María Laura hablaba de teología, señalaba un crucifijo y se burlaba de la imagen de Jesús. Provocaba a los curas, que sufrían pesadillas por las noches. Hergenreder soñaba que sus propios padres salían de los cajones en los que habían sido sepultados, como si todo fuera una novela de Stephen King. Spahn pasaba los días con un cansancio constante y cada vez que se acostaba sentía que su cama se movía. “Sonaba el teléfono y escuchaba una voz seductora que me decía cosas”, cuenta.
Mientras los sacerdotes intentaban hacer algo, en Villaguay comenzó a correr una teoría sobre el origen de la posesión. Surgió a partir de una entrevista que la madre de María Laura brindó a un periodista de un canal de la ciudad. La mujer apareció vestida de negro en la nota y dijo cosas que generaron muchas especulaciones.
“Le pedí una lectura a varias personas que conocen sobre el tema, conectando el caso, la vestimenta, la manera de hablar de la madre y lo que dijo. Me dijeron que probablemente la madre haya sido la que involucró a la hija en algo que le estaba provocando ese resultado”, dice Azambuyo, que intentaba informar desde LT 27. “Me quedé con eso, pero no era una versión para decirla desde el punto de vista periodístico. La chica producía fenómenos eléctricos. Cuando se poseía se cortaba la luz. Sentía como una amenaza interior que no la dejaba reponerse. No se podía reconocer y esa fuerza superior le decía que si no hacía lo que le pedía la iba a matar. En el espejo veía el rostro de un hombre lleno de granos, con la piel despelechada”, sigue.
Spahn reconoce que todo lo que pasaba “es difícil explicar para el que no tiene fe”. Asegura que hablar del Maligno o de Dios podría sonar como un absurdo. Sin embargo intenta dar una explicación.
“Todos estamos asociados a un todo. Si usted apuesta a una carrera de caballos todo el dinero que tiene y lo pierde, su hijo se queda sin herencia. Todo lo que hace un padre o madre hacia los hijos tiene una influencia terrible -dice-. Cuando uno juega con cosas peligrosas no es sólo para sí, sino que pone en riesgo todo. Entonces cuando Dios enseña, te dice: mirá, no jugués con esto, porque no sólo vos, sino a todos los exponés a un peligro mayor”.
Spahn explica que los exorcistas intervienen cuando los psiquiatras concluyen que algo no tiene explicación científica, cuando se abre campo al misterio: “Trabajamos con ciertos psiquiatras y psicólogos. Ellos dicen ‘esto no se explica, no es una enfermedad’. La enfermedad pasa por otro lado. En esto usted maneja claramente otra cosa. Usted maneja a otro en una persona”.
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En Villaguay, Aulicino y Mateos conocieron a Raúl, un obrero de Vialidad Provincial que les sirvió de guía durante la recorrida. El hombre los llevó para todos lados. A las parroquias, a la casa de María Laura. Incluso a lo de una señora que cocinaba de manera majestuosa. Todo en pocas horas. Aulicino, que también es poeta y realizó la traducción de La Divina Comedia, anotaba todo para el artículo. Describía los techos de zinc del barrio de María Laura como extrañas antenas cilíndricas, chimeneas desmesuradas o ventiladores de una población lunar. Retrató a Raúl como “un Caronte casi gratuito que condujo la expedición por un pueblo sumido en la siesta”, y que escapó “como una sombra” cuando descubrió que la patente del auto de Clarín terminaba en 666.
Spahn no huyó. Siguió visitando a María Laura hasta que la chica volvió a sentirse bien. Durante algunos meses continuó recibiendo visitas o llamados de periodistas que le pedían hablar del tema. Con el tiempo, María Laura dejó de estar oculta. Se reintegró a la vida de Villaguay y hasta formó parte de comparsas en los carnavales de la ciudad.
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En 1994 el éxito de El amor después del amor todavía no se había disipado, pero la discográfica ya le exigía nuevo material a Fito, que era tan popular que no podía salir a emborracharse para esperar que la inspiración lo encontrara en una calle. Fito empezó a componer bajo presión. Pronto encontró un concepto: Rosario, su infancia, la familia, la escuela, los cines de la ciudad que recorría de la mano de su padre. Escribió «Mariposa tecknicolor», una canción a lo Elvis Costello, alegre desde lo sonoro y nostálgica desde la letra. En “Soy un hippie” se burlaba de su nueva condición de estrella, pero en “Tema de Piluso”, “Si Disney despertase”, “Dejarlas partir” o “Normal 1” retomaba el repaso de todo lo que ya no iba a volver. Veía al disco como una cosmogonía personal. Adaptó «As de póker», una canción que había escrito a fines de los 80, y la bautizó como “Circo Beat”. Ese tema también le daba nombre al álbum y servía como un espejo de la Argentina menemista que avanzaba saludable, todavía con mucho por delante.
Para reafirmar el espíritu que envolvía todo el disco, Fito grabó las canciones en Rosario. Pero como ya no era aquel joven que se encerraba a escuchar vinilos en el altillo de su casa sino el nuevo ídolo de la música argentina, a las voces las grabó en la isla de Capri, en el sur de Italia.
Circo Beat se publicó en noviembre de 1994. La cuarta canción del disco era “Las tardes del sol, las noches del agua”. En ella Fito exploraba un dramatismo que resultaba excepcional para el álbum. “Todos preguntan qué hicimos con vos. Por qué no come ni habla”, cantaba. Se refería a María Laura.
El tema tenía influencias jazzeras, era algo así como la continuación de “Carabelas nada”, hasta que llegaba un inconfundible corte folclórico de raíz Páez que funcionaba como las voces temerosas de los vecinos de la ciudad. “Algo andará pasando, andará rondando por Villaguay”, decía. La canción tenía varias partes pero se volvía accesible gracias al estribillo que lo devolvía a la frecuencia pop: “I love you, love you so. I love you, love you so”. En inglés, el idioma que hablaba María Laura cuando estaba poseída.
“El mal tomó su piel, también tomó su voz. Nunca aprendió el inglés. El exorcismo será hoy”, cantaba Fito. La canción se perdía en una coda vocal interpretada por la cantante folclórica Liliana Herrero, amiga de Fito y nacida en Villaguay. Su voz era lo más parecido a María Laura atrapada en su propio cuerpo.
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“Acá había una versión antojadiza. Alguien había hecho circular la versión que el tema de Fito Páez estaba prohibido en LT 27, y es mentira. Hasta esa fantasía habían creado”, recuerda Azambuyo, que cuenta que inclusive “la producción de Fito” se comunicó con él. “Estaban pensando en hacer un clip y me pidieron que les sintetizara la historia. Se las pasé por fax. Creo que al final no lo hicieron, pero el tema es hermoso”, dice.
El Padre Spahn también sabe que el caso trascendió hasta volverse canción. “Creo que se llama Fito Páez el que la hizo. La escuché una vez, pero yo no sé mucho de música”, dice, y retoma la explicación sobre las causas que habrían provocado la posesión de María Laura: “Pero mejor no la publique. Cuando uno se mete, parecen cosas normales, pero no lo son. Abren puertas a un misterio medio difícil”.