El libro rescata a Bam Bam Miranda, ícono de la música de Córdoba.
El patrón del ritmo: buscando a Bam Bam Miranda, del periodista Germán Arrascaeta, es una de las novedades de la siempre interesante Colección Vademécum (el otro lanzamiento reciente es Como esperando la noche, de Fidel Sclavo, sobre Eduardo Darnauchans). Se trata de un libro que rescata la figura de uno de los íconos de la música de la provincia de Córdoba. Un percusionista con una historia tan potente como la de sus legendarios golpes, un toque feroz que le daba un swing inédito a la música argentina.
En Córdoba su nombre es inolvidable, principalmente por su trabajo junto a la Mona Jiménez. Más allá de esa provincia su figura es menos reconocida. Este libro viene a explicar todas las otras razones por las que el peruano Bam Bam Miranda, fallecido en 2011, fue alguien trascendental para el cuarteto e incluso para otros géneros, como el chamamé.
El formato que eligió Arrascaeta prioriza la voz de los entrevistados. Las presenta de manera individual, una por capítulo, aún con sus contradicciones y datos erróneos. Eso le da crudeza al libro, una inmediatez que le sirve al relato, porque ayuda a mostrar la intensidad de Bam Bam, un hombre de muchas vidas, como si hubiera estado en muchos lugares al mismo tiempo.
El libro cuenta con los testimonios de personajes reconocidos y anónimos. Laburantes de la música y estrellas. Amigos y familiares. Desde la Mona hasta Alejandro Lerner, Teresa Parodi. Incluso Gustavo Cordera. Porque Bam Bam también coqueteó con el rock argentino. Fue una figura que por momentos todos querían tener a su lado en un escenario. Abajo, en la vida cotidiana, su impronta pesada pasaba por lugares más densos. De eso también habla este libro. Y de algo de eso conversamos con Arrascaeta, reconocido periodista especializado en música.
– Bam Bam se revela como un personaje apabullante que dejó una huella en casi todos los que lo conocieron. ¿Esa personalidad tan fuerte puede tapar, de alguna manera, su nivel musical?
– La percepción sobre Bam Bam o sobre cualquiera, siempre depende del tipo de aproximación o relación que hayas mantenido con él. Si te relacionabas con Bam Bam por fuera de lo musical, es probable que ni te enteraras de que en lo suyo era extraordinario. No obstante, me resulta difícil pensar quién puede haber tenido un feeling así de distante con él. La personalidad apabullante venía en combo: un ser encantador y altivo al mismo tiempo, que en algún momento habías visto tocar por ahí. Concedo que en los relatos que tienden a evocar a Bam Bam hay una tendencia a priorizar el personaje por sobre el músico excelso. Pero no a que uno eclipse al otro.
– ¿Siempre tuviste en mente el formato de capítulos con testimonios individuales que van formando la historia, incluso con sus contradicciones o datos erróneos, o trabajaste previamente otro tipo de texto? ¿Qué fue lo que te llevó a decidirte por esta forma?
– Me decidí por la opción “biografía oral” al ver que era imposible amalgamar versiones tan contrastantes sobre una misma situación. Pero a decir verdad, me resultaba tentadora desde mucho antes… Es que en la antesala de la escritura de Bam Bam leí un montón de biografías (Gardel, Bruce Springsteen, Keith Richards, Chrissie Hynde, Lady Gaga, Los Auténticos Decadentes, Gustavo Cerati, Quentin Tarantino) y las que más me llegaban eran las no lineales. También conspiró con la posibilidad de un relato más cronológico la propensión del mismo Bam Bam a magnificar algunos detalles sobre su vida al extremo de lo fantástico. Tengo la impresión de que así como quedó está bien. Además, el complemento “Buscando a Bam Bam Miranda” me inhibe de que me observen “pero vos me prometiste una biografía hecha y derecha”.
– En la intro del libro decís que a pesar de llevar varias décadas de trabajo en el periodismo musical, nunca se te había ocurrido hacer un libro. Ahora que ya escribiste uno, ¿tenés ganas de hacer otro? ¿Pensaste alguna idea?
– Ese blanqueo de mi parte es muy honesto. Nunca tuve el impulso de escribir un libro. Nunca me había sentido interpelado por nada… Por otro lado, en paralelo a mi trabajo como comunicador desarrollé una carrera como artista. Soy cantante, tengo una banda, compongo canciones, edito discos…Y eso lleva tiempo. Para hacer El Patrón del ritmo, de hecho, tuve que pedir un período sabático a mis compañeros en esa actividad. Habría que agregar algo en el terreno de la vanidad: no necesitaba un libro para alcanzar una noción de “completitud”. Pero se dio lo de Bam Bam. ¿Por qué razón? Porque sentía que sería una gran pena no dejar un testimonio sobre su paso por nuestras vidas. Dicho esto, contesto: Tengo ganas de hacer otra bio de este tipo, con interjecciones ensayísticas y demás. Hay un personaje que me interesa, pero prefiero no revelar su nombre. La posibilidad de escribir ficción la veo muy lejana, a decir verdad.
– En un momento del libro decís que el rock buscó en artistas como La Mona o Bam Bam cierta credibilidad callejera que quizás había perdido. ¿Dónde está hoy esa credibilidad? ¿El rock la conserva o ya es un género que no refleja a las generaciones más jóvenes?
– ¿¡A dónde está la credibilidad!? Habría que reescribir las sagradas escrituras de Pappo. No sé dónde quedó y, la verdad, no creo que sea importante. Esa carrera por ser creíble que se dio en el rock nacional, sobre todo en el tránsito de los 90 a los 00, dinamitó la posibilidad de ser increíble, algo que me resulta más atractivo. Y a mis 52, trato de ser cuidadoso para no ser rocksplaining, youthsplaining o como carajo sea. La reformulación de la industria cultural a partir de los adelantos tecnológicos generó un contexto para ejercer un máximo de libertad. Un campo de acción que lleva a los artistas a sobreproducir y eventualmente a incurrir en contradicciones, y al público a elegir sus preferidos en una matrix inabarcable. ¿Ser creíble en este contexto? ¿Para qué?