Con un gran aporte de Martín Misa y después de varios escenarios y canciones compartidas, el dúo realizó una fecha esperada que se repetirá este jueves en el Café del Tiempo.
La historia musical de Emiliano Livelli y Felicitas Colina quizá pueda remontarse una década atrás, a ese pop que de la mano de Teddy Krueger empezó a renovar la escena salteña. Porque en ese contexto aparecen las Ajustemulabanda (que supieron albergar alguna vez a Feli) y los espacios comunes, sean escenarios o lugares para estar, pasar y compartir. Luego vendría un momento porteño, que seguramente afianzó el vínculo, y músicos compartidos: Balta Oliver tocó en Teddy K. y Agustín Colina fue bajista de Livelli y los Saravia; hoy ambos están en la banda de Feli.
Así, ambos grabaron en los discos del otre y no evitan ocasión para mostrar la admiración mutua. Y no hay exageraciones ahí: Feli Colina es quizá el buque insignia en una hipotética proyección de la escena salteña más allá de nuestros límites provinciales; Emi Livelli es uno de los cantautores que en sus diversos proyectos más aportó al cancionero pop rock local.
Quizá lo que viene anunciando Colina como concepto del nuevo material en el que está trabajando, más la incursión folclórica de Livelli en el disco Sobre coplas y deseos hayan servido de empujón para concebir el recital que vimos el pasado jueves. Con la estética (magistral) de Inti Patrón, que tomó los elementos de diseño gráfico de Como quien entrega el alma, un casete del Dúo Salteño de 1982, la fecha se anunció con dos semanas de antelación y agotó, con entradas a $700, el teatro de la Usina Cultural en modo pandemia (140 personas aproximadamente).
El reloj dio las 21.15 cuando arrancó el show, previo mensaje de rigor por altoparlantes que invitaba a cumplir y respetar protocolos sanitarios. El recital comenzó marcando una propuesta clara de por dónde iba a ir: el primer tema fue “Recuerdos del Portezuelo” en formato aire de zamba, bien tranqui, con momentos copleados donde llamativamente Livelli tomó la voz aguda y Colina mantuvo la primera. Sin pausas, la misma empalmó con «Netflix», canción del disco Operativo Dragón, el clásico de ambos. Y ese recurso se utilizó a lo largo del show. Algunas canciones fueron enteras, otras en fragmentos perfectamente unificados.
En total fueron unas veinte canciones enteras o a pedazos, con una heterogeneidad que es destacable: la chacarera «Entre a mi pago sin golpear» de Peteco Carabajal, el bolero «La puntita» de Babasónicos, «Yo no quiero volverme tan loco» del Charly de los primeros 80 y dos zambas clásicas en letra de Castilla: «Zamba del romero» (música del Chivo Valladares), y «Zamba del carnaval» (música del Cuchi Leguizamón). Todo esto sin que las canciones propias dejaran de ser el hilo conductor.
El formato fue bien austero: Livelli en guitarra de nylon y voz, Feli en voz y Martín Misa en percusión. Todo bien tocado, y bien cantado. Mención especial a Misa (y el set que llevó) que fue de otro planeta. Ajustadísimo, super fino y de gran paladar.
Es muy temprano para hablar de que tal o cuál fue el show del año, y hasta es innecesario. Sólo es menester señalar que pudimos ver un gran recital, muy bien planteado, bien tocado y que recuerda a esos recitales de Pedro Aznar que sacan un pie del plato del rock sin perder la esencia.
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por Eduardo Pece
Para quienes no pudieron asistir o quieran verlos de nuevo, habrá una segunda función del show este jueves 20 en el Café del Tiempo.