Un flamante compilado de artículos sobre el Charly más polémico y creativo.
García – 15 años de entrevistas con Charly (1992 – 2007) es el nuevo libro editado por Vademécum, la editorial que ya ha publicado trabajos sobre Invisible, 2 Minutos y Soda Stereo y promete futuros lanzamientos sobre Los Gatos y Don Cornelio y la Zona. Sus autores son Daniel Riera y Fernando Sánchez. Se trata de un compilado de artículos que aparecieron en distintos medios durante el período mencionado en el título. Es decir, poco después de la salida de Tango 4 y durante el proceso de grabación de Kill Gill.
Si repasamos los discos que Charly publicó en el lapso de tiempo que cubre el libro vamos a encontrar quince álbumes, tres de ellos dobles, y si nos ponemos muy finos podríamos agregar otros trabajos no demasiado oficiales pero que conforman el rompecabezas de creatividad absoluta y ganas de romper las pelotas que fue Charly García durante el llamado período Say No More.
¿Qué es lo que recuerda el argentino promedio cuando se habla del Charly García de esos años? Probablemente sólo rescate los escándalos mediáticos. El “yo pienso que vos sos un pelotudo” a Lanata, el salto desde el noveno piso o hasta el «drogas sin sol» del verano de 1996. Hoy con las redes también circula con gran éxito el famoso episodio de la sustancia blanca que se cae en el escenario que compartía con Joaquín Sabina y que no tenemos chequeado qué era pero asumiremos que no se trataba de polvo pédico.
En esos años Charly aparecía en los medios más por las polémicas que por la música. Es que los discos de Charly del período Say No More, salvo excepciones como Influencia, no fueron condescendientes con el oyente. Molestaron, sacaron de quicio a los fans que preferían a Sui, Seru o su período solista de los 80. Fernando Sánchez era uno de ellos. En 1998 publicó una reseña de El Aguante en la que reconocía su desconcierto. Eran años en los que Charly buscaba quizás de manera exagerada una perfección que nunca iba a llegar. Era una perfección caótica con sobregrabaciones, sampleos, citas y más citas. Todo subrayado con sus performances corporales decoradas con aerosol. Estaba embarcado en una carrera tóxica que no lo ayudaba a parar y que lo iba a estrellar en un hotel mendocino en 2008. En el medio cosechó una nueva generación de fans, los “Aliados”, los que se ponían el brazalete y alimentaban polémicas estúpidas, como cantar contra Andrés Calamaro, pero también defendían discos poco apreciados en su momento como Say No More, Alta fidelidad, Demasiado ego o Sinfonías para adolescentes.
Los artículos de Sánchez y Riera reflejan muy bien ese período pero desde el costado menos recordado de Charly. Van hacia la música y la búsqueda artística. Lo hacen hablar de toda su carrera y escuchan con paciencia cuando les cuenta sus ideas y proyectos. Lo mejor del libro es el extenso reportaje “Charly recuerda”, publicado originalmente en dos números consecutivos de Rolling Stone a mediados de 2002. Se trata de una entrevista maravillosa donde Charly habla sobre muchísimos tópicos de su vida y de su música. Su publicación es un acto de justicia. El texto merecía estar en un libro y no perdido en la web de La Nación.
Esa entrevista no es el único artículo destacado. Riera ofrece dos textos excelentes: “Charly graba”, sobre el proceso de grabación de Kill Gil, y “De gira con Charly”, una crónica de diez páginas casi sin puntos ni comas en la que el periodista logra que el lector se sumerja en el ritmo imparable de García en Cosquín Rock. Hablamos con los dos autores sobre las facetas de Charly y aquellos reportajes.
– Al Charly de la etapa Say No More se lo recuerda por los escándalos, la entrevista con Lanata o el salto del noveno piso. En el libro hay un Charly diferente. ¿Cuál es más auténtico? ¿El que está solo y tranquilo hablando sobre música y cine, o «el personaje» que surgía cuando estaba con su entorno o frente a las cámaras?
– Riera: No creo que haya un Charly “más” y uno “menos” auténtico. En esos años de escándalos mediáticos y de lo que habitualmente llamamos “excesos”, Charly estaba a la vez generando una obra y una reflexión sobre su trabajo, y evidentemente estaba dispuesto a compartirlos con quienes se mostraran interesados en ello. Fernando y yo, claramente, lo estábamos, y parece evidente que lo notó y se sintió cómodo charlando con nosotros.
– Sánchez: Charly era -es- todo eso. De hecho, es de esos artistas cuya performance artística excede los límites de la obra convencional que puede ser un disco, una canción o una puesta sobre un escenario. De hecho, en nuestro mismo libro, en las crónicas escritas por Dani, aparece parte de ese Charly intenso y a toda velocidad. Entiendo que en el caso de las entrevistas (el tronco principal del libro, digamos) aparece una faceta de Charly más desconocida, alejada de ese personaje impredecible y escandaloso que reflejaron los medios masivos sobre todo electrónicos durante aquellos años. En ese sentido, considero que como periodistas fuimos capaces de lograr el clima necesario para que aflorase ese Charly brillante no sólo como compositor (el que todos podemos descubrir en sus discos) sino también como artista integral, capaz de reflexionar sobre su obra, sus influencias, su evolución, su formación, sus proyectos, sus internaciones, sus afectos, y todo con mucha memoria y altos niveles de ternura, picardía y humor.
– En todas las notas hablaron de muchísimos temas y abordaron hechos de toda su vida. ¿Hubo algo que les hubiese gustado profundizar y que por alguna razón quedó afuera de las charlas?
– Riera: No lo sé, no se me ocurre ahora.
– Sánchez: Al releer las entrevistas naturalmente me surgen repreguntas que pienso que debí haber hecho y que no hice. Pero sé que no las hice porque a) no se me ocurrieron en su momento, o b) porque en ese instante decidí no hacerlas para no interrumpir un clima o una narración que me parecía más interesante. De lo que sí estoy seguro yo (y creo que a Dani le ocurre lo mismo) es que en el momento y en el lugar de las entrevistas, hice todas las preguntas que quise, sin autocensurarme nada. Creo que a pesar de la admiración y el respeto que sentíamos y seguimos teniendo por nuestro entrevistado (y acaso justamente por eso) logramos mantener un elegante equilibrio entre el periodista profesional y el fan.
– Daniel, «Charly graba» y «De gira con Charly» reflejan muy bien el vértigo y la intensidad que parecían dominar a Charly en esas circunstancias. ¿Eso fue lo que buscaste? ¿Cómo llegaste al formato de «De gira…»?
– Riera: Son dos circunstancias muy distintas, tan distintas como lo son el concepto de vértigo y el de intensidad. Me parece que en «Charly graba» hay intensidad, más que vértigo. y en «De gira…» están las dos cosas. «Charly graba» a mí me gusta mucho, aunque es cierto que no tuvo ni por asomo la repercusión que tuvo «De gira con Charly» en el momento de su publicación (ambas salieron originalmente en la revista colombiana SoHo). Me parece que fue un privilegio verlo a Charly absolutamente entregado a su proceso creativo, buscando los sonidos apropiados, articulando la secuencia de canciones, sin ir al baño ni una vez. Y la perspectiva de esa nota es esa: el asombro y la noción del privilegio que estoy teniendo, y el intento de compartirlo con los lectores. Cuando escribo una crónica periodística no tengo un formato preestablecido. Siempre busco la estructura que mejor se adapte a mi entender a la historia que tengo que contar. En el caso de «De gira…» entendí que si Charly no paraba nunca, el lector tampoco tenía que parar nunca. La referencia para el formato adoptado -salvando las enormes distancias, por supuesto- es el famoso Monólogo de Molly Bloom en el Ulises de Joyce.
– Fernando, en su momento publicaste en Rolling Stone una reseña sobre El Aguante que no fue muy elogiosa. ¿Cambió tu opinión? ¿Qué pensás en general de los discos del período Say No More?
– Sánchez: Me hiciste releer un texto que recordaba en su espíritu pero no en sus formas. Y lo primero que pensé al volver a leerlo casi 22 años después de haberlo escrito es que si no sabés cuántas estrellas tiene ese comentario (me niego caprichosamente a considerar “crítica” a eso que hacía en aquella época), tranquilamente podrías creer que tuvo 4 y no 2 y media, como efectivamente le puse. Se nota el esfuerzo que hago por interpretar algo que me resulta difícil de asimilar, y queda al desnudo la frustración del fan que no encuentra en el nuevo disco de su ídolo aquello que fue a buscar. Es, queda clarísimo, el reflejo de mi desilusión. Hoy estoy amigado con ese período de Charly. Sigo disfrutando más aquellos discos para mí imbatibles de los 80, me emociono con los grupos de los 70 y no me olvido más de los shows de los primeros años 90: ese es el Charly que a mí más me gusta, pero no puedo dejar de pensar que tiene que ver más conmigo, con las etapas de mi vida y mis experiencias, que con la propia obra del artista. Y entiendo que fue un error haber pretendido que Charly volviese a hacer aquello que me gustaba. De hecho, es la etapa en la que renueva por completo a su público (acaso por segunda o tercera vez en su carrera si recordamos lo que significó para su primer público el cambio de Sui Generis y La Máquina a Serú y, luego, la transformación que significó Clics), y los “viejos” de los 80 quedamos debajo del aluvión de pendejos y pendejas que lo empezaron a seguir a partir de Say No More. Me llevó un par de años adaptarme y comprender. Creo que cuando salió Influencia pude interpretar mejor lo que Charly nos quería decir con sus discos “maravillizados” y sus espectáculos no tan convencionales. Básicamente, coincido con lo que pensé entonces: que Charly posee una antena que interpreta lo que nos pasa (nos pasaba) en cada momento histórico y creaba en consecuencia. En ese sentido, es imposible pensar en su etapa Say No More sin ponerla en el contexto de decadencia menemista, desilusión aliancista y estallido 2001 que la atravesaron. Al menos, me gusta creer eso.