Repasamos el recital que el artista dio en Tucumán en septiembre, como parte de su gira nacional Unas estrofas más.
Fotos de Mario Tapia
Ricardo Iorio falleció el pasado 24 de octubre de un ataque al corazón en su casa al sur de la provincia de Buenos Aires. Su último show fue el 14 de octubre en su querida ciudad de Rosario.
Repasamos su último show en el NOA, región que supo visitar desde sus tiempos con Hermética a principio de los noventas, y a cuyos variados paisajes y habitantes, dedicó sentidas canciones. Porque eso fue Iorio, uno de los mejores escritores que dio la música argentina. Que conmovió y sacudió conciencias con su arte, primero tocando el bajo en V8 y Hermetica y luego cantando sus letras en Almafuerte y su carrera solista, con ese vozarrón cada vez más roto. Pero siempre generando una profunda emoción e identificación en quienes crecieron escuchándolo.
Muchos de ellos se hicieron presentes el 23 de septiembre pasado en el Club Floresta de Tucumán. Seguramente por nostalgia y también por agradecimiento. Había una sensación de despedida en el aire, asimismo del título de la gira, claro: Unas estrofas más. Los mayores de 35 fueron la amplia mayoría, pero también se vieron adolescentes y niños, seguramente llevados por sus padres, tíos o amigos. O tal vez se fueron acercando a Iorio en los últimos años por su estallido mediático. Ellos tuvieron la suerte de poder verlo en vivo por primera y última vez, aunque las condiciones no hayan sido las mejores.
La fecha anunciada en junio fue parte de su última gira, la cuál marcó su etapa final en una extensa carrera. La misma arrancó en febrero en la ciudad de Tornquist, provincia de Buenos Aires, a solo unos kilómetros de su casa, y siguió en julio por San Francisco, Córdoba, como revancha del show suspendido en Rafaela (ciudad cercana a San Francisco) a fines del 2022 por problemas de salud. Situación que derivó en la separación de la super banda que lo siguió varios años como solista.
En San Francisco sorprendió tocando el bajo en algunas canciones, instrumento que lo acompañó desde sus inicios hasta que tuvo que dejarlo por una prescripción médica en tiempos de Almafuerte. La lista de temas mostraba un buen balance de sus clásicos, así que la fecha se auguraba como una gran oportunidad de ver al prócer del metal argentino en sus últimos recitales, como decía en las entrevistas.
El día del show tucumano, amaneció con nota en el portal de La Gaceta. “No hay disquerías ya, Musimundo vende termotanques y televisores, nadie quiere discos en este tiempo, es la realidad, solo está Spotify y yo no estoy en el negocio de la música. No hago difusión ni vendo remeras”, le decía Iorio al medio, donde también se adelantaban los horarios del recital (a las 22 Iorio) y se intuía que la fecha no se había vendido bien. Días previos entrevistado en Radio Nacional Tucumán por Rodrigo Carabajal, del grupo Matrero quienes serían la banda soporte de la noche, adelantó que iba a grabar un disco de nuevas canciones y se mostró muy feliz de regresar luego de diez años a Tucumán. También dijo que iba a llegar antes para visitar amigos. Iorio no viajaba en avión, sino que iba en camioneta por las rutas argentinas por más largas que sean las distancias. “Uno se juega la vida viniendo hasta acá,” dijo durante el show.
Pasada las 20 en las cercanías del Club Floresta, las huestes metaleras, y no tanto, se juntaban en los cordones y en los puestos de remeras y comidas callejeras. Iorio llegó en una camioneta roja, saludó a los que estaban cerca de la puerta de la técnica y se fue para dentro del estadio.
En la espera se corrió boca en boca que el show era temprano de verdad. Que todo iba a terminar antes de la medianoche y que no iba a tocar Matrero por diferencias con la producción del show. Lo de los horarios de arranque son un tema en el NOA, siempre ese tire y afloje entre la gente que no entra al lugar y la banda que no quiere salir a tocar porque no ingresó toda la gente. Es algo crónico.
Minutos antes de las 22 los Chewelche, de la localidad de Cultral-Co en Neuquén, salieron al gran escenario a hacer algunas de sus canciones para abrir la noche. Ellos son Ariel Basualto en bajo, Juan Bruno Basualto en guitarra y Sebastián Figueroa en batería. El trío formado en 2019, acompañó a Iorio en su última etapa solista. Ellos también integraron Aonikenk, banda con casi treinta años de historia que supo compartir giras con Almafuerte.
El gran escenario ocupó todo el fondo del conocido estadio. Una cancha de básquet de acústica complicada, con tribunas a la vuelta, que en esta oportunidad no estaban habilitadas. El escenario estuvo vestido de telas negras, con el nombre de la gira y la bandera argentina, claro. Tenía dos niveles, el más alto dedicado al baterista y la planta baja para el resto de los músicos. Con una gran pantalla de fondo y otra más pequeña debajo de la batería.
A las 22.14 Iorio se sumó a los Chewelche entonando “Hoy es” convidándonos a la fiesta, al terminar la gente coreó «Iorio es lo más grande del heavy nacional». Ricardo la refutó diciendo “heavy no, metal pesado”. Vistió todo de negro, camisa, pantalón y muñequera. Se lo veía robusto, agitado y transpirado. Más adelante se cambiaría la camisa por una remera.
Siguió “Los delirios del defacto” canción sentida y emocionante en tiempos de negacionistas de la dictadura en nuestro país. Mientras las escuelas en los noventas enseñaban poco y nada de la dictadura y los represores, una generación de adolescentes fue instruida por sus discos.
El clásico de Hermética “Tú eres su seguridad”, de las mejores canciones de la carrera de Iorio, marcó el primer pogo de la noche, con toda la gente amontonándose al frente y otros tanto quedándose atrás, lo que dejó un hueco al medio. Se notaban las edades de los presentes, en esa configuración. Mientras que la mayoría de los más grandes se quedaban a una buena distancia, otros tantos iban a saltar con los más jóvenes. No se dieron números oficiales pero difícilmente se hayan pasado las 1500/1800 personas. Números muy distintos a los de Wos o Gardelitos en el mismo lugar que pasaron las tres mil personas.
Llegaría “El visitante”, ese gran homenaje a los ex combatientes de Malvinas y banda de sonido de la película del mismo nombre de 1999. Con esos primeros temas el trío sonó crudo y parejo, se notó el tiempo que llevan tocando juntos y el sonido se fue acomodando. Aunque lejos de la topadora que era Almafuerte, o su última banda solista. Pero lo más flojo durante todo el concierto fue la voz, en especial cuando Ricardo decía algo en el micrófono por fuera de las canciones. En uno de esos momentos remarcó el calor que hacía en el lugar y como ellos venían del frío del sur.
Como era costumbre al interpretar “Del más allá”, que arranca diciendo «Amigos míos que se fueron, ya. Y otros que vivos, no los recuerdo. Son los que intuyo y visten mi cantar con pasión» la pantalla fue pasando imágenes de artistas cercanos a Iorio que se fueron antes como Ricky Espinosa, Osvaldo Civile, Pappo, Bin Valencia, Omar Chaban y hasta el propio padre de Ricardo. Iorio perdió a su padre en el 2021 y a su primera esposa Ana Mourín en 2001, ambos se quitaron la vida.
Luego el cantante se retiraría del escenario, pero antes invitaría al joven interprete Maximilano Von, que con una voz envidiable y en la línea más de Zamarbide que de Iorio, entonaría los clásicos “El amasijo de un gran sueño”, “Voy a enloquecer”, entre otros.
Luego subió al escenario la eximia guitarrista Carina Alfie, se presentó con un solo de guitarra, y luego con la banda y Iorio para tocar “Guitarrera”, canción escrita especialmente para ella “compuse alrededor de 200 canciones y mi amigo Cacho Castaña hizo 3600, pero el tema más bonito es ‘Guitarrera’, que no fue escuchado”, dijo en la mencionada nota de La Gaceta, le siguió “De mi rumbear al sur”. Ambas publicadas en el disco Atesorando en los cielos (2015), que grabaron en conjunto con Alfie. De ahí también sonó “Justo que te vas”, donde se lo pudo ver a Iorio compungido y metido en la interpretación junto con la gente que la coreo emocionada «justo que te vas, llega esta canción. Como un adiós de remate. Sueño que la guardes, en tu corazón. Como en el mío yo te guardo a vos». El mejor momento de un show difícil.
Iorio lo intentaba pero le costaba. La noche que se fue tornando más espinosa. Renegó de los monitores, con los cables de los micrófonos y con los auriculares In Ear. Los técnicos ayudaron como pudieron. En varias oportunidades Iorio habló contando alguna historia, buscando alguna complicidad con la gente, pero no se entendió lo que decía al micrófono, una lástima. Aunque hubo pasajes más claros donde se le escuchó decir “Mil veces dije basta, y me sigo quedando”, hoy esas palabras suenan de manera distinta.
Para el momento acústico sonó “De mandinga y remolinos”, del discazo que fue Iorio & Flavio, “Olvídalo y volverá por más” ideal para épocas de elecciones. Estuvo en lista pero no sonó “Tangolpeando”.
Remarcar lo molesto de una bandera de Salta, con logos de La 25 (?), Intoxicados, La Renga y Los Redondos, en varias oportunidades se la intentó bajar la propia gente. Era la única con palo, había otras mucho más grandes que se colgaron en las tribunas. Otra situación se dio con un muchacho bastante grande físicamente que insultaba a Milei e invitaba a pelarse “a todos los fachos de mierda”, nadie se dio por aludido.
Algo que siempre supo hacer bien Iorio es encontrar guitarristas, y vale destacar las seis cuerdas del joven Juan Bruno Basualto que estuvo a altura de semejantes canciones en la eléctrica y en la criolla y también en los vaivenes en las letras de parte de Ricardo. Entraba tarde, se las olvidaba o las cambiaba un poco.
Faltaron “Debes Saberlo” y el popurrí “Anudados” que estaban en lista. El último suponemos era similar al realizado en el show de Villa Ballester, en julio de este año. Estaba integrado por “1999” / “De la escuelita” / “La máquina de picar carne” / “Como los bueyes” / “Si me estás buscando”. Toda una piña de metal pesado argento, que evidentemente Iorio ya no estaba en condiciones de dar. La jornada se le hizo larga.
Minutos de pasada la medianoche y para la despedida llegaron esos himnos metaleros de amistad y aguante “Toro y Pampa” y “A vos amigo”. Con la gente saltando, algunos abrazados, otros con los brazos arriba, con los celulares mandando audios y grabando, seguramente para compartir con quienes no pudieron estar en el show pero también sienten esas canciones.
El recital terminó, Iorio junto a su banda, saludó y se fue, sonriente y cansado. La gente celebró y se fue charlando bajo la llovizna que caía en San Miguel. Seguramente comparando el recital con algún otro y viendo las diferencias. Siempre los shows de Ricardo en el NOA tuvieron condimentos especiales, el viaje era largo y la carne débil, no se daban todos los años y nunca fueron perfectos. Llegó a irse del escenario y el Tano Marciello cantar las canciones hasta su regreso como si nada, golpear con el micrófono a alguien que lo había agredido desde abajo, burlarse de canticos que no entendía, hay anécdotas cómicas, delirantes, químicas, etílicas y de las no tan buenas. Mucho de todo. Para que guarde quien siente.
Iorio fue intenso e impredecible, pero cuando estaba centrado encima del escenario era una fuerza de la naturaleza. Autentico, cantando sus verdades con vehemencia, haciendo toda seña o ademán posible en las partes instrumentales, llevando a la gente a un estado de emoción y agite que pocos pudieron lograr en la música argentina.