En la última de las cuatro fechas en el Cilindro de Avellaneda, la banda devolvió gentilezas con Divididos y luego, en un hecho que se volvió histórico, compartió el escenario con el trío. Hubo transmisión online y un cierre de película para el grupo más convocante del rock argentino.
“Yo brindo para que la música en vivo tocada por seres humanos triunfe”, dijo Pappo en la TV hace muchos años. Con las cuatro noches de La Renga en Racing, el Carpo seguramente festejó, donde quiera que esté.
Fueron cuatro banquetes a estadio repleto que en los papeles sirvieron para cerrar la gira de Alejado de la Red, iniciada en el verano de 2022, y que pasó por Salta, entre otros puntos nacionales e internacionales. Además, ayudaron a redondear el material de la película documental que la banda va a publicar junto a un par de temas nuevos. Pero también sirvieron para mostrar su poder de convocatoria y transformarse en trinchera en un momento en el que el gobierno de La Libertad Avanza ataca por distintos frentes con su remake de lo peor de los 90.
En las cuatro noches en Racing, La Renga ofreció listas similares pero con diferencias y momentos únicos en cada fecha. Se habla de entre cuarenta y cincuenta mil personas por show, logrando que durante una semana el país hable de rock en las redes y en los distintos medios de comunicación.
En la última fecha, los de Mataderos devolvieron gentilezas con Divididos. En su show en Vélez en mayo del año pasado, el trío tocó “Sobrio a las piñas” con Chizzo de invitado, y luego le cedió el escenario a La Renga, que hizo “El final es en donde partí”. Eso fue «el acto de hermandad más rockero de los últimos tiempos», dijo Chizzo antes de redoblar la apuesta. Primero sonó una demoledora versión de “Balada del diablo y la muerte” con Ricardo Mollo de invitado. Esa canción que en su momento fue hit radial y sonó hasta el hartazgo fue revisitada y llevada a un nuevo nivel.
Mollo, productor de varios discos de La Renga, sólo había participado de un registro en vivo con La Renga: la maravillosa versión de en “En pie” publicada en InsoportablemENte VIVO, show/DVD de Huracán 2001. Más de veinte años pasaron de eso. Ahora tenemos un nuevo aporte.
Y eso no fue todo, porque tras la “Balada”, La Renga dejó el escenario para que Divididos interpretara “Ala delta” con un estadio de Racing coreando la canción a pleno. Tras esto, Chizzo, Tete y Tanque se sumaron a Mollo, Arnedo y Catriel para hacer “Hey Hey, My My (Into the Black)”, canción de Neil Young & Crazy Horse, pero apropiada y resignificada por La Renga en el disco La esquina del infinito (2000). Con tantos años en la ruta y amistad, la sensación era una sola: sobre el escenario había una familia de rock and roll.
La furia de la bestia rock en estado de gracia
El show del sábado 13 de enero fue transmitido por la radio Mega y sorpresivamente también de manera online por el canal de YouTube de la banda. La seguidilla de recitales le vino bien al grupo, elevando el gran nivel musical al que nos tienen acostumbrados. El arranque con “Tripa y corazón”, el himno viajante de “Motoralmaisangre”, “Corazón fugitivo” (el último hit del grupo), “Hielasangre”, con el pedido de un pogo para las chicas, fueron algunos de los grandes momentos de una noche que muchos llevarán por siempre en su memoria.
Del primer disco sorprendieron “Somos los mismos de siempre” y, para bajar los decibeles, “Voy a bailar a la nave del olvido”, la balada hit que toda banda rockera postpandemia gustaría pegar.
En la previa y durante el show los cánticos contra el gobierno de Javier Milei fueron constantes, al igual que en cada una de las fechas. Pero sabemos que más de uno de los presentes no fue parte del 45 por ciento del 19 de noviembre. Cosas inexplicables. ¿O acaso se puede cantar “El Revelde” o “Vende patria clon” y votar a la ultraderecha?
El publicó se mostró variado, aunque la gran mayoría parecía pasar los treinta y los cuarenta años de edad. Resultaba curioso encontrar familias y grupos menores de veinte, algo que le costó menos a Divididos, pero que está empezando a suceder en los banquetes. Llevando gente nueva y generando ese recambio generacional que vemos en las bandas de rock internacionales cada vez que nos visitan.
La Renga está festejando 35 años y en épocas de vacas flacas en convocatoria rockera, mantiene esos números que solo las visitas internacionales pueden lograr. Resta esperar los próximos pasos del grupo, que se viene negando a caer en los lugares comunes de repasar sus grandes discos por completo y siguen llevando su caminito al costado del mundo.
Bailando en una pata
Como datos negativos hay que marcar los incidentes que se vivieron en los ingresos, en general cerca del inicio del show o durante, aunque ampliados de más por la prensa y que no escapan a semejante concentración de gente. Iniciar los shows cerca de las 22.30 tendrá sus razones, pero hace todo demasiado largo y mucha gente llega con lo justo. Con público en el estadio desde las 18 se podría largar más temprano, más cerca de las 21.
El folclore de las banderas y trapos flameando durante todo el show hacían imposible ver el escenario para muchos desde el campo y para algunos en las plateas. Desde Rock Salta lo venimos remarcando hace años: es una práctica más egoísta que otra cosa.
Un campo libre y sin vallas que dividan al público queda muy bien para la foto y los videos, pero con unos seguidores tan eufóricos, queriendo llegar adelante sin importar nada más, entrando sobre la hora, más una jornada calurosa de verano porteño, el asunto se puso realmente muy áspero. El tramo para sacar desmayados o descompensados se hacía largo. Lo mismo para buscar los puestos de hidratación. Es algo para tener en cuenta, no sólo para La Renga. Si el predio lo permite resulta más seguro dividir el campo, sin campo VIP pero con vallas de libre acceso por los costados que brinden contención ante tanta marea humana queriendo estar lo más adelante posible.