Recuperamos un disco de 2012, una revisión de clásicos del rock a cargo de un gran vocalista del metal argentino.
El heavy metal vernáculo tiene fama de ortodoxo. Las huestes suelen ser dogmáticas y, en ese respeto al manual de estilo, hay un valor muy fuerte, casi moral. Con V8 como hito inicial hay toda una saga marcada por cismas que tiene continuidad en bandas como Hermética, Almafuerte, Logos, Rata Blanca, Malón, Tren Loco y Horcas, entre otras, que son referentes del género. Pero es menester aclarar que estamos acotando la caracterización a una pequeña porción de ese gran campo musical que es el metal y sus derivados.
En este devenir, Claudio Castro aparece en escena como vocalista de Hermética. Ahí ya utiliza el O’Connor como seudónimo artístico. Cuando Ricardo Iorio rompe con V8, se lleva a dos muchachos de una banda llamada Mark I a la H: uno de ellos es el Claudio. Cuando se termina Hermética, el vocalista encara con sus ex compañeros el proyecto Malón, mientras que Iorio queda en la otra vereda con Almafuerte. Finalmente, en 1998, el seudónimo de Castro se convierte en el nombre de su banda.
Más de una década después, y con siete discos en su haber, este trabajo de OConnor marca un quiebre más que loable. Diez canciones que nada tienen que ver con el ecosistema del metal argentino. El plantel homenajeado incluye a Los Redondos, Charly García, Rolling Stones, Manal, Bob Marley, ¡Miguel Mateos!, The Doors, Almendra, Rod Stewart y Leon Gieco.
¿Cuál es el mérito del disco? Reconocimiento de influencias o invitación a salir del closet musical. Es interesante el trabajo de versionar todo ese material en clave metalera. Son todas joyas que rinden en muchos formatos, como en Otras canciones de Attaque 77, pero más notorio aún es el gesto transgresor hacia adentro del submundo. Porque García, Mateos o Bono son objeto de aborrecimiento por parte de las huestes. En ese sentido, siempre vamos a celebrar que los dogmas se pongan en discusión.
Tengo algunas favoritas:
«Touch me», de los Doors y editado originalmente en The Soft Parade (1969), invita a romper el machaque típico de gran parte del rock. Mantiene ese toque psicodélico orquestado con teclas y vientos, por cierto muy heterodoxo.
«Un gato en la ciudad», de ZAS, lo vamos a asociar a cierta “grasa pop” de los 80 pero tiene en su letra tópicos muy relacionados con la lírica metalera de la misma época: una persona solitaria, vagando por la noche en bares, la censura, la tristeza y el espíritu gregario.
Casi elijo la de Charly pero me quedo con “Forever Young”, de Rod Stewart y editada originalmente en 1988. Además de los colchones de teclas que dan un color pop a toda la canción, en su letra hay una buena onda, casi de bendición, de reconciliación.
Con todo respeto es el primer (y único) disco editado por Vorterix, en plena salida de Mario Pergolini de Rock & Pop, desembarcando en su revolucionario proyecto. De hecho, el disco y su contenido audiovisual se grabó en el estudio Norberto Napolitano de R&P, y el repertorio fue elegido por los oyentes.
En ese momento, OConnor estaba compuesta por Claudio O’Connor en voz, Iván Iñiguez en guitarra, Hernán García en bajo y Pablo Naydón en batería. Como músico invitado estuvo, entre otros, Walter Piancioli de Los Tipitos. Un disco más que recomendable, de muy buena factura musical y conceptual. Una invitación a romper prejuicios. Falso metal que le dicen.