El 9 de julio de 2007, la banda tocó en Salta y brindó un show en medio de una helada inolvidable.
Algunos ricoteros podrían recordar el frío que padecieron en 2013, cuando el Indio Solari se presentó en Mendoza, y llegar a pensar que no hubo otro recital en condiciones climáticas tan invernales en la historia del rock argentino reciente. Estarían equivocados: unos años antes, en 2007, La Renga tocó en Salta durante una de las noches más frías de las últimas décadas.
La tarde de aquel 9 de julio de hace quince años era gris y helada. La zona de Gimnasia y Tiro estaba invadida por fanáticos abrigados que saltaban como siempre, como en cualquier previa. No había diferencias con recitales anteriores, solo que el agite inicial ya no servía nada más que para preparar las gargantas e inflar el entusiasmo, sino que también era útil para entrar en calor.
“Tres años tuvimos que esperar para volver a ver en Salta a la banda más grande del rock actual”, decía la entusiasta crónica publicada en esta misma web unos días después del show. La primera vez había sido en 2004 en el Estadio Delmi. Aquella noche, La Renga había presentado Detonador de sueños, su disco de 2003. En Gimnasia y Tiro era el turno de Truenotierra, el álbum doble publicado en 2006.
Apenas comenzó el recital en la cancha del Albo, Chizzo lanzó una frase que anticipaba lo que se venía: “Es una noche fría, pero no le vamos a dar oportunidad”. Eran casi las nueve y el pogo se hacía entre camperas, capuchas y bufandas.
Enseguida empezaron a sonar los temas del último disco: “Montaña roja”, “El monstruo que crece”, “Almohada de piedra”, “Ruta 40”. También los clásicos de siempre: “En el baldío”, “Lo frágil de la locura” y “Bien alto”, “El juicio del ganso”, “Luciendo mi saquito blusero”, “Blues de Bolivia” y “Blues cardíaco”.
Fue un recital que avanzó casi sin inconvenientes. La única interrupción se produjo en “Desnudo para siempre”, cuando Chizzo paró de tocar por una bengala encendida. “Eso ya pasó. Es un símbolo que representa a 200 amigos que no están. Mejor encendamos nuestro fuego interior”, dijo. Habían pasado menos de tres años desde la tragedia de Cromañón.
Durante la “Balada del diablo y la muerte” no se encendieron bengalas, “pero sí se vieron muchísimos celulares encendidos durante la canción. Raro”, contaba el cronista de Rock Salta, agregando un adjetivo que hoy suena absurdo.
El mejor momento del show quizás haya sido “Veneno”, cuando Salchi, de Perro Ciego, subió a tocar una segunda guitarra. El cantante de la banda salteña estaba feliz. Había conocido a La Renga durante la prueba de sonido, invitado gracias a la gestión de la producción local. Al final del tema, Tete se acercó al micrófono y le recordó al público que Perro Ciego iba a tocar unos días después en el Delmi.
El final empezó con un popurrí de clásicos que se sintió como un golpe seco en la mandíbula. “Panic show”, “El revelde”, “El final es en donde partí”, “Buseca y vino tinto”, terminaron de calentar la noche.
“Quisimos alquilar el Delmi para poder estar más cómodos, sin tanto frío, pero no nos dejaron. Espero que dejen vivir al rock en Salta, porque ustedes se merecen mucho más que esto”, dijo Chizzo antes de despedirse con “Hablando de la libertad”.
“Cuando todo terminó, mientras todos iban saliendo del estadio, el frío ya no existía. La Renga no le había dado oportunidad”, finalizaba la crónica de Rock Salta.