El libro repasa el primer disco de Punto G, histórica banda santafesina.
Los trenes ya no vuelven más: el primer disco de Punto G y el final de los 80 en Rosario, de Diego Giordano, es el nuevo lanzamiento de la editorial Vademécum. El libro, como lo anuncia el título, apunta a una escena importante pero relegada de los primeros planos del rock argentino.
Oriunda de Cañada de Gómez, Punto G, banda liderada por el conocido Coki Debernardi, tuvo su momento con Todo lo que acaba se vuelve insoportable, su primer disco, producido por Fito Páez en 1989. De la mano del hit “Cae lenta”, la banda copó radios, bares y escenarios. Hasta las hinchadas de fútbol cantaron sus canciones.
Al igual que en Relato de un salto en alto, de Dirty Ortiz (2020, también de Vademécum), que contaba la historia de la banda cordobesa Proceso a Ricutti, este libro pone en contexto una época que podría haber sido diferente. Tanto en Córdoba como en Rosario, la crisis del gobierno de Alfonsín a fines de los 80 causó estragos en el desarrollo de las escenas locales. Grupos que quizás habrían tenido alcance a nivel nacional se vieron perjudicados por la hiperinflación y tuvieron que regresar a sus ciudades con los contratos discográficos rescindidos.
No es común que una editorial de distribución nacional se ocupe de este tipo de bandas. En general, los libros sobre escenas provinciales se publican en sus lugares de origen y no trascienden más allá de los (muy) interesados en la materia. Por suerte, Vademécum no se queda solamente en el rock de Buenos Aires..
“Me parece algo bastante natural interesarse en la biografía de grupos como Punto G, pero es una decisión editorial que implica un riesgo grande porque no es fácil encontrar lectores para estas historias periféricas o que no sucedieron estrictamente en la Capital Federal o que no pasaron por Cemento, como si más allá de la General Paz nunca hubiese pasado nada”, dice Roque Di Pietro, responsable de la editorial Vademécum y autor del fantástico Esta noche toca Charly.
“Para estos libros -sigue- tengo un socio kamikaze llamado Jorge Kasparian (el autor de los dos volúmenes Luisito) que desde Córdoba aporta el entusiasmo necesario para llevar adelante este tipo de libros y consigue que circulen con presencia en lo que conocemos como ‘el interior del país’. Entre ambos nos damos manija y encaramos estos proyectos. El libro sobre Proceso a Ricutti y el de Punto G si bien son muy diferentes en su realización están de algún modo hermanados porque cuentan una historia similar de lo que pudo haber sido con dos bandas que hicieron un camino muy parecido y en el mismo período de tiempo. Y ambas tienen en común que la industria discográfica (que atiende en Buenos Aires de manera categórica) durante unos segundos pareció sonreírles. Es decir que son historias de grupos del interior del interior (Ricutti es de Río Tercero) pero ambas quizás en su clímax desembocan en Buenos Aires, en las oficinas de sellos multinacionales (RCA y CBS respectivamente) para al menos intentar dar el salto, ‘pegarla’. Eso, en 1988, en Argentina y visto a la distancia, me resuena como algo parecido a una odisea. Por ese motivo también es que me interesa que quede documentado”.
Los trenes ya no vuelven más es un libro que se lee rápido, que entretiene y nos presenta a una banda mucho más importante que muchas de las que ocupan las grillas de los festivales más renombrados. Sobre eso charlamos con Diego Giordano, con quien ya habíamos hablado cuando publicó Uniendo fisuras, su libro sobre el disco Signos, de Soda Stereo..
– ¿Te parece que Punto G podría haber tenido otro destino sin la crisis económica de fines de los 80? Vos decís en la introducción que Punto G «hacía una música que no se parecía a nada de lo que sonaba en el rock argentino en 1988». Teniendo en cuenta eso, ¿la banda podría haber encontrado un lugar en el mapa del rock argentino más exitoso de ese momento?
– Me resulta muy difícil pensar en qué habría ocurrido. Pero siguiendo con la idea, yo extendería la pregunta a todas las bandas que la crisis mató. Había una escena muy rica en aquel momento. En el libro yo digo que las propuestas de Don Cornelio y Punto G eran originales y novedosas en el contexto del rock argentino de 1988 porque no se parecían a nada de lo que sonaba en las radios. Pero fueron muchos los grupos que, más allá de los procesos internos de cada uno, se separaron cuando terminaba la década, y la crisis económica fue un factor decisivo en el asunto. No sé qué habría pasado si Punto G hubiera continuado en CBS. Pero lo que sí pasó es que, después de que la compañía les devuelve el contrato, el grupo siguió adelante y publicó dos discos más. Para editar el primero de ellos, segundo en su discografía, armaron un sello independiente.
– Los entrevistados describen a Coki como una estrella de rock en potencia que causaba un magnetismo irresistible aunque fuera desprolijo o tuviera una obra todavía en construcción. ¿Cómo ves su evolución como músico posterior a Punto G? ¿Conservó esa característica? ¿Le agregó algo?
– La carrera de Coki posterior a Punto G es despareja, tiene canciones excelentes en discos que no fueron bien producidos desde el punto de vista sonoro, con la excepción del último, Chico Dinamita Amor, de 2015. Me parece que su obra solista tiene dos perfiles. Hay canciones que le salen de taquito en las que procesa sus viejas influencias —Bob Dylan, Lou Reed, Paul Westerberg—, y que podrían estar en cualquier disco de Los Rodríguez. El otro perfil, que es el que más me gusta, aparece cuando se tira a la pileta sin saber si hay agua, como en “La sombra”, una de las dos mejores canciones de Chico Dinamita Amor. La otra es “Titanic Te”.
– Hace poco hablaba con un amigo (porteño, por supuesto) que le bajaba un poco el precio a Punto G. Yo le decía que bandas como esta no se comparan con otras quizás más exitosas de la Capital Federal, porque se trata de grupos que fueron importantes dentro de su contexto, dentro de su escena local, que marcaron un momento e influenciaron a otros artistas, aunque no hayan sido tapa de alguna revista de tirada nacional. ¿Coincidís?
– Si pensás el rock argentino desde el ombligo porteño te vas a perder de muchas cosas importantes que ocurren a nivel regional. El porteño es, en líneas generales, un circuito endocéntrico que no registra lo que pasa más allá de sus límites, salvo cuando alguna propuesta “del interior” la pega en Capital. Podés enumerar una pila de grupos que en los 80 tuvieron mucha difusión en la prensa porteña, no sé, digamos Duna o Cosméticos. ¿Resistieron los discos de esos grupos el paso del tiempo? No lo sé, cada uno tendrá su opinión. Ojo, no estoy menospreciando ni a Duna ni a Cosméticos, pero sí te puedo decir que para la escena regional del litoral, Punto G fue muchísimo más importante.