Sui Generis firma su primer contrato (Foto: gentileza editorial Vademécum)
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Hace 50 años, Charly García grababa sus primeros éxitos

Leé un fragmento del histórico libro sobre Charly que se reedita en noviembre y donde el músico habla de sus inicios.

Charly García, el histórico libro de Daniel Chirom de 1983, será reeditado después de 35 años. Se trata de un trabajo fundamental que sentó las bases para conocer a fondo al máximo ídolo del rock argentino.

El libro es rescatado por la editorial Vademécum y llegará a las librerías salteñas en noviembre en una edición definitiva, con un lujoso pliego de fotos, nuevas introducciones y el clásico texto, hoy canónico, en el que Chirom y Charly dialogan sobre la carrera del artista.

A continuación, compartimos un fragmento del capítulo 4 del libro, «Aparece el verdadero Sui Generis», donde Charly cuenta entretelones de la grabación de Vida, el primer álbum del dúo, un trabajo que por estos días cumple cincuenta años de su grabación.

—¿Quién decide grabar como lanzamiento del gru­po “Canción para mi muerte”?
Jorge Álvarez. Recuerdo que una mañana fuimos y le cantamos con Nito cuatro canciones y nos dijo: “Mañana graban”. No le creímos, nos pareció el mismo verso que nos hacían todos los producto­res. Pero cuando al otro día, en la sala de graba­ción aparecieron Alejandro Medina y Claudio Gabis, me di cuenta de que la cosa iba en serio. Estaba contentísimo pues grababa junto a mis ídolos.
—¿Cuándo grabaron el LP Vida?
—Cuando grabamos “Canción para mi muerte”. Lo hicimos todo junto, de un tirón. “Canción para mi muerte” salió primero porque Jorge Álvarez hizo que nos filmaran en la película Rock hasta que se ponga el sol, que era sobre B.A. Rock ‘72. No éramos conocidos. El director nos filmó por imposi­ción de Álvarez. Y justo cuando sale el disco, apa­rece la película. Y ahí se empezó a armar la bola Sui Generis.
—¿Cómo era el público de Sui Generis de los primeros tiempos?
—Era muy mezclado. Convivían en las plateas las chicas de la secundaria con los rockeros. Pero después, cuando nos hicimos súper famosos, algu­nos rockeros dejaron de venir a vernos.
—¿Por qué?
—Por habernos hecho famosos. Incluso la revis­ta Pelo cuestionaba por qué a nuestros recitales iban tantas chicas, lo mostraban como cosa negativa. No soportaban que vinieran los chicos de la secundaria con el pelo corto. El público rockero de esos tiem­pos era cerrado.

—¿Pensaste alguna vez que “Canción para muer­te” iba a gustar tanto?
—Lanzar primero esa canción fue decisión de Álvarez. Yo pensaba que podían gustar “Quizás por­que” o “Dime quién me lo robó”, aunque desde mi punto de vista, todas las canciones de nuestro pri­mer larga duración fueron éxito. “Canción para mi muerte” fue solo el primer empujón. Lo que sí pue­do notar ahora es que ese es el tema más maduro del álbum.
—Escuchando ahora Vida, ¿hay algo de lo que te arrepentís?
—No, yo no entendía nada de cómo hacer un dis­co y a los músicos que tocaron les costaba ho­rrores aprender una canción que tuviera muchos acordes porque estaban acostumbrados al blues. Fijate que cuando grabamos “Canción para mi muerte” estuvimos más de veinte horas en la sala de graba­ción porque tenían cuatro o cinco acordes. Clau­dio Gabis era más receptivo. Venía a mi casa para que yo le mostrara los temas antes de grabar. Creo que nuestra música era evolucionada para ese mo­mento del rock argentino. Manal, Pappo y todos esos grupos solo tocaban tres tonos con mucha ra­pidez y sonido fuerte. Cuando yo tocaba los acor­des en el piano, el resto de los músicos no entendía nada. No estoy arrepentido del disco a pesar de que suena desafinado, está fuera de tiempo y el sonido es malo. Tiene todos los defectos que pueda tener un disco, pero a su vez tiene toda la polenta de al­guien que recién empieza y tiene muchas cosas para decir.

1972: un joven Charly García (por entonces, Charlie) firma el primer contrato discográfico de Sui Generis. De pie, el productor Jorge Álvarez, Nito Mestre y el dueño de Microfón, Mario Kaminsky (Foto: gentileza Vademécum)


—¿Pero a vos te gustaba que Alejandro Medina to­cara con vos o era imposición de Jorge Álvarez?
—Me parecía fantástico que mis ídolos tocaran conmigo. Hasta ese momento, yo no me perdía un solo recital de ellos. Lo que sucedía era que mi mú­sica tenía cambios de tiempo. Entonces yo decía: “Ahora viene la parte suave”, y ellos no entendían nada pues su música no tenía partes suaves.
—¿Qué pasó por tu mente cuando viste que Vi­da vendía tantas copias?
—A mí me parecía que estaba bien. Es que si vos estás todo el tiempo tras algo y al final se te da, te sentís bien. Además, en ese año yo me había ido de casa y vivía en una pensión con María Rosa Yorio. No teníamos ni para pagar el alquiler del cuarto. Y justo sale Vida y empezaron a venir los shows y el dinero. Hacíamos cosas muy locas. Yo me en­volvía en una frazada y salía a pasear en remís. Estaba viviendo la fantasía del remís y la fama. Y en los reportajes decía cualquier cosa, lo primero que se me cruzara por la cabeza. En el fondo, me gustaba el underground, los recitales, los groupies y todo ese circo.

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