Coberturas

Rompan Fest | El rock de Salta es una mujer

Sobre el cierre de 2020 llegó un festival más que necesario en este año tan particular.

Fotos de Matías Egea

La escena rock salteña tiene (al menos) dos especies características: las bandas y/o los músicos reconocidos, y los comunicadores de rock. Usaría el inclusivo, pero la preminencia hétero y CIS en toda esta composición, haría de la «e» sólo un gesto demagógico. Así, el Rompan Fest tuvo la virtud de poner en cuestión todo esto. Con años de festivales organizados por programas de radio, conductores y demás, Luis Alderete aprovechó el hueco en la agenda que dejó el Festigauch, y puso un montón de aire fresco sobre el escenario.

El marco fue el óptimo: desde el lugar (un predio donde se reciclaron decenas de boliches para distintos públicos), con mesas/islas que respetaron protocolos lo más que se pudo, dando ese marco de peña de barrio o de club; la gente que fue dispuesta a pasarla bien; una barra a precios razonables y sobre todo esa buena onda necesaria de quienes necesitábamos un encuentro así.

Lo primero a celebrar fue la puntualidad de la grilla. Lo habíamos charlado durante la semana previa, y el responsable de la fecha, con la tranquilidad de las entradas agotadas, cumplió con los horarios pautados. Así, quien escribe sólo pudo ver el cierre de Los Facilitadores. Juan Domingo Perdón. Mala mía y un desafío para el público salteño: aprender que los horarios -como en el cine- deben respetarse.

La clave dominante en la primera parte del festival fue más estrógeno que testosterona. Desde la propuesta de Zummo Recién, pasando por la histriónica B-Yami, y el funk con ortopedia de Nao Li Wan.

Sólo un par de impresiones: lo de Zummo es muy de época, con una buena producción de bases, y ese tono trap de reposo que re va para un momento de silla, bebidas y amigues. Nao Li Wan anduvo bien, aunque deja el sabor de zona de promesas que esperemos, explote. Muy buenas canciones, y muy bueno el trabajo en la producción de bases y todo eso que no se toca en vivo, a cargo de Nao, que además lleva la guitarra rítmica y la voz principal. La guitarra de Facu muy bien trabajada, y la candidez de Paw, que además de cantar lindo, pone una onda que impregna todo. Sin embargo, hay dos cosas a destacar: el momento de los feat mostró desequilibrio, justamente porque cuando subieron Juanse Aciar y Sol Bello, sonaba a otra banda. Y por otro lado, el deseo periodístico de ver a la banda con una batería y un bajo analógicos.

Para B-Yami dejo un párrafo aparte. Fue lo que más me gustó del festival. Uno ya sabe de la calidad de Emi Livelli y que Feli Colina es un huracán. Hay poca sorpresa ahí. Sin embargo, con B-Yami quedó claro el anclaje barrial y de honestidad popular de una piba criada en Limache que canta y agita lo que vive. La esencia del hip hop, ¿o no? ¡Cómo tiro rimas, cómo bajó línea y cómo hizo que la virilidad rockera al menos por un rato quedara invisibilizada! No faltó el momento para pedir que dejen de matar mujeres, pedir por la legalización de la marihuana, y bardear a la yuta, a los transas y a todo ese universo de seres detestables que son el cáncer de las barriadas populares. Líneas aparte, desde este espacio, nos sumamos al homenaje que rindiera a su hermanito, Thiago, de quien ayer se cumplió un año más de su muerte.

Feli junto con Livelli

El cierre estuvo a cargo de Livelli y Los Saravia, un entremés con Miss Warrior y finalmente Feli Colina. Lo de Livelli tuvo dos momentos: por un lado, un repaso por sus canciones de Operativo Dragón, y el adelanto de algunas cosas del nuevo disco, que saldrá a comienzos de 2021; por otro lado, un homenaje a dos chalchaleros, Juan Carlos Saravia y Polo Román, fallecidos en el último tiempo. Fue un momento raro: por un lado, el respeto al sentir del artista y al universo familiar que esa música trae al corazón. Eso no se mancha. Pero por otro, al menos desde este espacio, me parece absolutamente irreconciliable el ecosistema chalchalero y el campo de significados que eso evoca con lo que venimos trabajando para modernizar culturalmente, o al menos des-conservar esta puta ciudad.

Fuera de eso, el recital fue impecable, con un plantel musical y unas canciones propias de alta factura. Una intro en la voz de Horacio Guarany, un discurso de Néstor Kirchner en el medio del show, y una outro con la Sole de Arequito, quizá una de las primeras influencias del frontman, allá por su adolescencia. Durante el concierto, al ser el momento de mayor puesta en escena (seis instrumentos), el sonido terminó haciendo agua. Algo que se veía venir en los primeros grupos de menor complejidad técnica.

Feli Colina apropiándose de la jornada

Anticipando el desenlace, hubo un pequeño set onda stand up a cargo de Miss Warrior y finalmente lo esperado: el Huracán Feli, que se llevó lejos la tan anunciada lluvia, y además de brindar un gran show nos mostró por qué está entre las grandes realidades de la escena nacional actual. La banda (que no contó con guitarra), estuvo a la par: de un año a esta parte se nota un gran crecimiento y se pudo percibir cómo jugaban a la música. Al menos, los tres músicos varones que hacen de banda estable (Agustín Colina, Balta Oliver y Manuza) daban la sensación de estar improvisando dentro del corsé que la estructura de las canciones marcaba mientras Feli surfeaba con total tranquilidad. Previo al cierre, y en una devolución de gentilezas, subió Emi Livelli para hacer juntes un tema de Radio Tribuna. El show se fue en un feat con Popa y Chochi Palacios.

Muy buena propuesta: Luis Alderete es uno de los comunicadores que desde muy joven viene agitando y bancando esta renovación. Siempre está al tanto de las buenas tendencias. Ayer, en la heterogeneidad del público, entre otres comunicadores, músiques locales y les mismes de siempre, también pudimos ver a Lucrecia Martel y Julieta Laso.

Señales… Mañana será mejor.

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